podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

domingo, diciembre 25, 2016

KYRIOS, KAIRÓS Y EL TRIÁNGULO EQUILÁTERO PITAGÓRICO, APORTACIONES IDOLÁTRICAS AL CONOCIMIENTO DE DIOS.



Antonio Mateos Martin de Rodrigo.

En recuerdo de San Masona, obispo emeritense, valedor “a lo Gandhi” del Trinitarismo en Hispania y en La Galia.

Introducción.






“Kairós” es la manifestación temporal, Cristo, del Dios eterno; significa que Dios se hizo carne o materia al encarnarse en María -Mateo 1,18- y, por ello, se dice que se entemporalizó.

Comenzaría, pues, a ocurrir entonces la recreación del mundo o cumplimiento de la promesa de Dios -Gén. 3, 15- para reconciliar al hombre y regenerar la Naturaleza primordial (la perfección o no de la Naturaleza es inseparable de la perfección o no del hombre -Gén. 3, 17-18-.

A su vez “Kyrios”  es el título honorífico de Jesucristo para proclamar su gloria y soberanía sobre la historia humana y todo lo creado.

Desde la perspectiva histórica del Cristianismo el Cristo “Kyrios” o universal precede a sus Epifanías en Belén ante los Reyes Magos -Mateo 2, 1-12-, ante Juan el Bautista en el Río Jordán -Mateo 3, 16-17-, en donde hubo además Teofanía, y la Epifanía ante sus discípulos en las Bodas de Caná (Juan 2, 1-11).

Nótese que la primera Epifanía o manifestación pública de Jesús ante las gentes se realizó frente a los representantes de pueblos no hebreos y que estos le ofrecen como dones oro, incienso y mirra, es decir le dan su reconocimiento como soberano supremo del universo en tanto que Dios, Hombre y, por ende. Rey de Reyes, es decir “Kyrios”.

Litúrgicamente ambas palabras están íntimamente relacionadas en todas las iglesias católicas orientales y ortodoxa.

Al comienzo de la Liturgia de las Iglesias católicas orientales y ortodoxa el diácono le dice al sacerdote: «Es tiempo [kairós] para que el Señor actúe» (Kairós tou poiesai a Kyrio)”, lo que indica, según los teólogos, que el tiempo de la liturgia es una intersección con la eternidad a través del Verbo Creador o su Palabra.

Y es que, según entiendo, tras la encarnación de Jesús en María -por Eva salió el Verbo del Paraíso y al Verbo lo reintroduce en el mundo la Virgen María- la eternidad se enhebra en la temporalidad, es decir, en la vida humana a través de un imperdible que liga eternidad y temporalidad -Cf. Pedro, 2ª 3, 13-; a su vez Jesús en el momento de la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre -Marcos 14, 22/24-  dispone su encarnación particular en el Hombre, perfeccionando y cumplimentando su primera Epifanía a través de la modificación milagrosa de las propiedades físicas del agua ante los primeros discípulos en las bodas de Caná.

O dicho en lenguaje poético: el Amor, Cristo, es un momento arrebatado a la Eternidad; o aún mejor: el Amor es un momento generosamente desprendido de Dios.

Y lo que es lo mismo: cada vez que se inmola a Cristo incruentamente en la Eucaristía se manifiesta y encarna Dios, eterno, en el hombre, finito; también la Eternidad se manifiesta, y muy especialmente, en el sacrificio cruento de sus testigos, los mártires, continuación del martirio de Jesús, en memoria de quien inmolaban sus vidas; Daniel Rops haciéndose eco actual de esta tradición asegura que  “el martirio, […] era la más alta forma de imitación de Cristo”.[1]


En el caso de nuestra mártir Eulalia esta manifestación del “tiempo en que Dios actúa y se manifiesta” fue recogido por el excelso Quinto Aurelio Prudencio Clemente en unos versos sublimes de la más sublime mística: “Señor, escriben tu nombre en mi cuerpo; ¡cómo me agrada leer estas letras que van redactando tu victoria¡” Y la púrpura de la sangre derramada va deletreando el nombre sagrado de Cristo”.

Y es que en el Cristianismo antiguo no había palabras sobrantes ni banales; incluso, tampoco había veleidades teológicas; en realidad abundaban los vocablos sacramentales, es decir “los de fe”, las palabras que tenían la virtud de convertir por el simple enunciado todo su significado en realidad -Cf. Mateo 15,20-.

Tampoco en aquel Cristianismo primigenio había demasiadas coincidencias azarosas; Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza -Génesis 1, 26- y, siendo aún más preciso, Dios todo lo había hecho con Número, Peso y Medida -Sab. 11-20-; por ello me atrevo a interpretar la conversión del agua en vino y del vino en su Sangre como dos momentos simétricos que abren y cierran la Vida pública de Jesús tal  “Kairós tou poiesai a Kyrio “, lo que, dada las circunstancias históricas de su regreso, significaría que era aquel, el de la Última Cena o Primera Eucaristía, el momento para que Dios comenzase a recrear el mundo y se cumpliese la Gran Promesa de restitución comenzando la nueva Semana de las Semanas a través de la creación del nuevo Alimento que sería tomado del verdadero Árbol del Bien, Cristo en la Cruz…

Nótese que los Apóstoles tomaron el Cuerpo y la Sangre de Cristo inmediatamente antes de su crucifixión… ¿Les estaba convocando también al martirio -Mc. 10, 35-45-?

Y así, el alimento del conocimiento del Bien y del Mal (Gén. 3,22) ofrecido por la serpiente, la “manzana” del “Malus Ligno”, era sustituido por el alimento de vida,-Juan 14, 6-: el Cristo Crucificado o el fruto del “Bonus Lignus”.

Al parecer el uso del vocablo “kyrios” lo tomaron los cristianos para incluirlo en el Nuevo Testamento de la traducción de los Setenta o de la Biblia Septuaginta; es decir el término “kyrios” fue utilizado por los judíos para designar a Dios, Yaveh, junto al arameo Mareh/Marja y el hebreo Adon; a su vez “Kairós” ya es una introducción original cristiana -Marc. 1,15-.

Evidentemente “Kyrios” y “Kairós” son palabras originarias de la lengua y de la cultura griega, idolátrica por tanto.

KAIRÓS Y KYRIOS MÁS EL TRIÁNGULO EQUILÁTERO SEGÚN LOS PITAGÓRICOS, APORTACIONES DE ORIGEN IDOLÁTRICO A LA EXPRESIÓN DE CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL CRISTIANISMO.

“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras”. Genesis 11,1
“Está escrito en la Ley: Por hombres de lenguas extrañas y por boca de extraños hablaré yo a este pueblo... dice el Señor”. San Pablo.1ª Corintios, 14, 21,

Hubo en la antigüedad griega una doctrina lingüística, la de los Cratilianos, según la cual unos sabios primigenios, denominados “legisladores del lenguaje” habían creado el lenguaje humano de forma que existía relación entre las palabras pronunciadas y sus significados y entre su enunciado y su realización; desde un punto de vista teológico esta relación explicaría el temor divino de que los hombres pudiesen llegar al cielo -Gén. 11-6 y Cf. Gén. 3-22- resuelto por Yavé con la confusión de las lenguas que, hipotéticamente, dejaría al hombre sin su último resto del paraíso: la lengua común que relacionaría significante con significado y la acción creadora (Cf. Gén. 2, 20).

Es decir aquel lenguaje de origen adámico, en la tradición hebrea, habría de tener poderes cuasi parecidos a las palabras de los sacramentos y por tanto ser signos sensibles y eficaces (Cf. Mateo 14, 17-20): sus palabras, al ser pronunciadas, debían, pues, poseer poder para realizar lo que decían.

Pero no iré más allá de lo que facilita la Lingüística en su actual estado de desarrollo; me limitaré, por tanto, a considerar el curioso homenaje intelectual que los judíos de dos siglos antes de Jesucristo le hacían a la lengua de sus primeros opresores y enemigos: los egipcios.

Como todos bien sabemos las lenguas egipcia y hebrea son lenguas semitas; por ello comparten una característica común: todas las palabras que poseen la misma estructura consonántica tienen un mínimo significado común.

Este hecho hace que todas las palabras tanto egipcias como hebreas tengan significados similares según sus raíces consonánticas o que entre ellas exista un mínimo común denominador semántico; en palabras de Maurice Daumas  respecto del árabe clásico: “la raíz K.T.B y los cambios de sentido que adquiere al cambiar de vocales: Kataba, “él escribe”; Kutaba “, “fue escrito”, Kataba, “mantuvo correspondencia con”; Katib, “secretario”; kitab, “libro”, etc.”[2]

Si agrupamos las raíces de las palabras griegas por grupos consonánticos  o la egipcia veremos el mismo fenómeno: ahora sí, y es que lo que viene al caso como algo relevante: los grupos consonánticos H. R. egipcio[3] y K. R. griego[4], poseen el mismo común denominador semántico: en sus palabras subyace la idea de “lo superior”.

Desde un punto de vista lingüístico nos encontraríamos ante un fenómeno excepcional originado en el Nostrático, la hipotética lengua pre-diluviana, y madre “científica” de las lenguas egipcia, hebrea y griega.



Dios, patrono de todos “los imposibles”, parece ser que permitió también que los idolátricos describiesen también su intimidad y mismidad -bueno es saber que los primeros cristianos también utilizaron habilidades idolátricas como medio de evangelización tal como San Agustín; de aquí “mi osadía”-.

No obstante habré de explicar el contexto de no aproximación ni concurrencia por parte de los cristianos; hasta no hace muchos años la filosofía cristiana era Tomista y se encontraba muy influida por Aristóteles; éste, con su ridiculización del Pitagorismo, llevó a la Ciencia a una infravaloración de las matemáticas hasta Galileo Galilei quien advirtió del inmenso daño que había hecho al desarrollo de la Física[5] -es de reconocerle a Juan Pablo II la rehabilitación de Galileo y su consideración de la compatibilidad entre Ciencia y Teología o Religión-.

No obstante los idolátricos, como en otros campos del Cristianismo, nos proporcionaron, desde su “matemática de la naturaleza” la aproximación más interesante al Misterio de la Trinidad; en palabras de Espeusipo, sobrino de Platón pero convertido al Pitagorismo: “el triángulo equilátero, que en cierto modo tiene una sola línea y un solo ángulo; digo “una sola”, porque tiene [lados y ángulos] iguales, y lo igual es siempre indivisible y por ende de la índole de lo uno”.[6]

Claro es que los “pitagóricos afirman que el triángulo es el principio de la generación y de la producción de formas de las cosas generadas”.[7]

En la ciudad de Mérida a 28 de febrero de 2013.
Publicadoen la Revista Oficial de Semana Santa de Mérida.




[1] ROPS, Daniel, La Iglesia de los Apóstoles y de los mártires, Luís de Caralt, Barcelona 1955, p. 192.
[2] DAUMAS, Maurice, La civilización del Egipto faraónico. Juventud, Barcelona, 1972, p.40.
[3] MORET, Alfred, El Nilo y la civilización egipcia. Tomo VII, Cervantes, Madrid 1927, p. 78: “La paalabra HR, con la desinencia adjetiva HRJ significa “lo superior”, “lo que está en alto”. Como substantivo HRT, es “el cielo”: razón de más para atribuir mentalmente al halcón HRU el cielo HR. Otra palabra:, HR designa la parte superior del hombres, “la faz humana”, “el jefe”: Por asociación y juego de palabras el dios HR se convirtió en la faz celeste, el jefe divino…”.
[4] Cf.  PABÓN DE URBINA, J. M., Diccionario manual griego-español, Barcelona 1967.
[5] MOYA ESPÍ, Carlos, en “El Pitagorismo antiguo”  en La Filosofía Presocrática Universidad de Valencia, Valencia 1978, pp. 197 y 198.
[6]  EGGERS LAN, Conrado en “Filolao y “pitagóricos”, Los filósofos presocráticos, Tomo III, Gredos, Madrid 1986, p.108.
[7] ÍBIDEM, p, 110.