Y como si se tratase de una representación dialéctica entre heraclitianos y parmenidianos se me imponen las Carnestolendas y el Carnaval tras la introducción de Fulcanelli y de Corominas y Pascual.
La Galia y la Hispania a través de la asunción de figuras idolátricas y sus procesiones representarían la filosofía heraclitiana; por contra las máscaras italianas, sin ánimo, sin vida, despersonalizadas, serían metáfora del nada cambia.
Claro que el asunto planteado por Fulcanelli es de carnaval: nada más y nada más y menos que nos descubre en la catedral gótica, el corazón de la Edad Media "cristianoteocéntrica", actividad hostil idolátrica.
¡Pero cómo¡¿ No es el Renacimiento la época del regreso de la fauna y flora idolátrica de época pre-cristiana?
Creo que el asunto pudiera ser más grave, e interesante: la máscara del carnaval italiano además no tiene palabra; sólo genera miradas que te llevan a embobarte mirándolas -como si nada más existiese en el mundo-; y te impiden preguntarte qué significa el duro y extraño espectáculo catedralicio -no sé qué coro de qué catedral de Plasencia en la Alta Extremadura se hace eco de aquella filosofía tan escasamente timorata y tan brutalmente exacta (Extremoduro quedan en estos mimbres finos y alambicados)-.
Y me pregunto que quién era más "grecorromano" si el medieval o el renacentista respondiéndome que como sucede con los periódicos actuales cada uno arrima el ascua a su sardina ideológica.
Y entonces ¿habremos de concluir que no hay épocas sino intérpretes o creadores de épocas más o aún más orientados y selectivos?
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