Mi muy querido vecino Eulogio tenía un carro como éste; en él, y en su trillo, pasé los mejores momentos de mi infancia subido en el pescante -aún recuerdo cuando traíamos la paja desde la era y él, como casi todos los campesinos, llevaba un pañuelo anudado al cuello con el fin de que la fastidiosa paja no le entrase en el tronco-; estos carros se construían en una carpintería situada en el arrabal casi frente a la subida a las Piedras del Obispo; a su puerta siempre había una gran cantidad de leña utilizada en la carpintería; nosotros utilizábamos aquel montón como castillo.
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