según Ángel Texeira Brasero |
En primer lugar agradecer a D.
José María Álvarez Martínez sus palabras de presentación y su invitación a
participar en estas Jornadas Eulalienses en Conmemoración del IV Centenario de
la Remodelación del Hornito de Santa Eulalia organizadas por el Museo Nacional
de Arte Romano, uno, si SÍ el más importante, de los foros laicos eulalienses e
impulsado personalmente por él y, en ocasiones, a contracorrientes.
En segundo lugar dedicar esta conferencia a un amigo entrañable y a un
gran profesional que me enseñó a tomar como propia la Historia de Mérida, José
Antonio Peñafiel González.
En 1979 José Álvarez y Sáenz de Buruaga
sintetizaba los conocimientos sobre el Hornito con estas palabras: “El Hornito es una edificación a manera de
oratorio o capilla, levantada en tiempo inmemorial en el sitio donde, según la
tradición, fue quemada nuestra santa”.
Y, añadía Álvarez
y Sáenz de Buruaga, acaso con poca convicción sobre la autoridad de la fuente
documental de este tormento atribuido muy tardíamente a Santa Eulalia:
“Prudencio, el escritor más cercano a la niña mártir, señala que la quemaron
con teas, pero luego, desde la liturgia mozárabe se habla de un horno donde
fuera metida y de ahí el nombre de Hornito”.
Realizando una suposición más que evidente ya
en 1979 Álvarez y Sáenz de Buruaga adelantaba, escribía yo en el año 2000, los
resultados documentados de esta investigación: “Como ha llegado a nuestros
días, más o menos, está ahí desde hace tres siglos y medio. No sabemos cómo era
antes, aunque posiblemente sin pórtico y con menos área”.
A su vez Moreno de
Vargas había especificado que “Junto a este templo (se refiere a la
basílica) está una antiquísima capilla pequeña que comúnmente llaman el Hornito
de Santa Olalla.
Y especificaba que era
-
“(capilla) levantada en tiempo inmemorial”.
Y es que como capilla, pero permanente a día y a noche, a alba y a
ocaso; y abierta y a la vista, no como ermita sino como casa de oración con las
puertas de par en par será erigida; veámoslo.
En
el año 2000 con estos mimbres de referencia publiqué en la revista EULALIA,
editada por la Asociación de la Virgen y Mártir Santa Eulalia, el artículo
DESCRIPCIÓN DEL HORNITO DE SANTA EULALIA EN 1498 (TRAS SU RECIENTE EDIFICACIÓN)
Y DE OTROS LUGARES EULALIENSES DESCONOCIDOS).
Mi trabajo, que era el primer eulaliense, añadía cierto contenido de
las Visitas de la Orden de Santiago de 1495 y 1498, documentos que eran
desconocidos en los usos historiográficos emeritenses de entonces.
Basándome, pues, en los citados documentos fijaba la construcción del
actual Hornito entre 1495 y 1498 ya que en uno se ordenaba su construcción y en
el otro ya era una realidad.
¿Realmente los restos que se interpretaban eran realmente los de un
horno de época romana?
No voy a entrar a tratar el tema.
Sobre el Hornito de Santa Eulalia se ha escrito bastante; también sobre
su marquesina, atrio o pérgola procedentes del templo de Marte y, sin duda por
su monumentalidad, parece tener entidad propia y distintiva hasta el hecho de
que haya una cierta generalidad de gentes, letrada e iletrada, que identifica
los mármoles martianos con el hornito propiamente dicho; quizá sea debido a una
costumbre muy española como la de nombrar la parte por el todo tal como decir
giralda a la torre que culmina el giraldillo.
Esta tendencia a la simplificación ha llevado a que normalmente en
medios de comunicación, y a veces además en medios historiográficos, se
interprete esta conmemoración como la de los cuatrocientos años de la
construcción del Hornito.
Pero dadas las circunstancias extraordinarias y únicas de la Ciudad de
Mérida la sustitución del Modelo Urbano medieval por el del Renacimiento va ser
en Mérida acaso menos temprana que en mi Llerena natal pero sí ciertamente
radical y aún más original.
Ahora bien debemos retroceder en el tiempo para fijar las bases de esta
hipótesis inicial.
En el año de 1230 las tropas leonesas de Alfonso IX reconquistan Mérida
y el Nono le entrega la ciudad y su término al Arzobispado de Santiago tal como
ya tenían convenido; pero como quiera que el capitán de la guarnición
arzobispal amenazase con devolver la ciudad a los musulmanes, por razón de no
soportar los efectos del clima emeritense, el Arzobispado y la Orden de
Santiago llegan a un acuerdo de colaboración en 1234; según Bernabé Moreno de
Vargas, a cambio de la defensa militar por parte de la Orden “el Arzobispo hizo
dejación al maestre de la mitad de Mérida y de sus términos y pertenencias”.
Es decir, que por este reparto, en Mérida entre los años de 1234 y 1254
hubo de haber dos ciudades distintas dentro de una misma cerca murada si bien
desde 1235 con un solo Fuero.
Pero ¿cómo se la repartieron?
La existencia en Mérida de dos iglesias dedicadas a Santa María en un
documento santiaguista de 1269 y localizadas la una en el interior de la
fortaleza, y denominada Santa María de
dentro, de dentro de lo que comúnmente se denomina alcazaba, y la otra en el exterior y denominada Santa María de Fuera, me lleva a
interpretar que el Arzobispo y la Orden también se repartieron el espacio
urbano de la ciudad, quedándose, más o menos partiendo de la calle Santa
Eulalia como línea divisoria, la mitad norte el Arzobispado y la mitad sur la
Orden, es decir, la zona en la que se situaba la antigua alcazaba o castillo y
la iglesia de Santa María denominada la Blanca.
Por ello al perder el Arzobispado su iglesia mariana primigenia decidió
construir otra más o menos, y creo que digo bien esto de “más o menos”, donde
se encuentra la actual con-catedral de su mismo nombre, eso sí situada ésta,
también “más o menos”, sobre la iglesia mariana ampliada en el siglo XV según
Moreno de Vargas.
La trama urbana de la Marida musulmana, con una peculiar forma de casi
triángulo equilátero con el vértice en la actual Puerta de la Villa, fue
cristianizada con la erección de dos parroquias por parte del Arzobispado y de
la Orden en 1234 para repartirse también el territorio parroquial: Santiago y
San Andrés respectivamente; y para ello me baso en la escasa población
emeritense que sólo daba para una sola parroquia y ésta con una colación
bastante estrecha -Llerena con más habitantes y más acomodados sólo tuvo una
parroquia durante la Baja Edad Media-.
Además de sus ubicaciones totalmente opuestas dentro de la trama urbana
las parroquias emeritenses estaban situadas a la vera justa de dos puertas de
la muralla; a su vez, tal como era entonces usual, pudieron ser estas dos
parroquias dos centros comerciales diferenciados; sobre el de San Andrés no hay
dudas ya que Moreno de Vargas lo refiere claramente: “En la pared de esta
iglesia, por la parte de afuera, junto a la puerta, está una piedra en forma de
tabernáculo y en ella una señal redonda y otra larga como una tercia. Pienso
son señales y padrones de las medidas y marco de la ciudad, pues según dicen
algunos autores fue costumbre poner en las iglesias semejantes padrones y
marcos y los guardaban en ellas antes que hubiese casas de cabildo, las cuales
mandaron edificar los Reyes Católicos”.
De la vara de la Iglesia de Santiago creo que aún quedaría un vestigio:
un trozo de columna en el que se observa un resto de vara de medir.
Pero en 1254 el Arzobispado y la Orden acuerdan intercambiar la parte
arzobispal de Mérida por las posesiones santiaguistas de Galicia.
La ciudad pasa entonces al dominio total de la Orden de Santiago y
Mérida recobra su unidad política y religiosa; y, lógicamente, comercial.
También la Orden conserva las cuatro iglesias intramuros aunque
abandone la atención a Santa María de Dentro; pero extramuros había sido reconstruida, eso sí,
una muy especial: la Basílica de Santa Eulalia.
La Basílica de santa Eulalia sería reconstruida por la Orden de
Santiago en un momento posterior al año 1234 año correspondiente a la fecha de
la adquisición de su mitad emeritense.
Basándome en informaciones proporcionadas por José Antonio Ballesteros
Díez y por Manuel Fernández López la actividad constructora de la basílica
eulaliense tuvo dos fases; en una primera se construyó una pequeña iglesia
comprendida entre el ábside y la puerta románica.
José Antonio Ballesteros la cree realizada con piedra de grano y en
sentido norte-sur y Manuel López
Fernández la interpreta como construida
en mampuesto.
En una, y definitiva, segunda fase, culminada ya en 1268 según
documenta López Fernández, ésta se ampliaría hasta ser como actualmente se ve;
y se edificaba en el Maestrazgo de Pelayo Pérez Correa el más emeritense y
eulaliense de todos los maestres santiaguistas.
La Iglesia Basílica de Santa Eulalia se rehabilitó siguiendo casi
fielmente el plano de la anterior de época visigoda ya que existían los
vestigios básicos: gran parte del triple ábside; y aunque, al parecer, esta
iglesia medieval era de menores dimensiones que su precedente visigótica,
durante la Edad Media fue la iglesia más grande de toda Extremadura, incluidas
las catedrales extremeñas; así los Visitadores de 1495 referían sus
proporciones catedralicias: “El cuerpo de la dicha yglesia es grande y está
edificada de pilares gruesos e arcos altos, que bastaría para iglesia
catedral”.
Pero en contra de lo que se ha mantenido y aún se mantiene por Manuel
López Fernández, y asumo lo deducido por Francisco Tejada Vizuete, la iglesia
de Santa Eulalia no fue parroquia hasta 1498 cuando sus visitadores describen
por vez primera en ella la existencia de una pila bautismal; en realidad fue
reerigida como Iglesia Capitular de la Orden de Santiago, es decir la iglesia
central y más importante de todo el Maestrazgo incluidas las de los conventos
priorales de san Marcos y de Uclés o la prioral/episcopal de Ntra. Sra. de la
Granada en Llerena; por ello veremos que cuando se reinstala definitivamente en
León el Convento de San Marcos el Vicario de Santa Eulalia, ya para entonces
también párroco, satisfacía el oficio de Portero de los Capítulos.
Desde su refundación sus curas eran además de Porteros Capitulares,
Vicarios, es decir, jueces eclesiásticos
nombrados no por parte del Prior de San Marcos sino del propio Maestre.
Y a ¡falta de lógicos derechos parroquiales¡, recibían de los curas de
Mérida y Montánchez y de sus villas y aldeas derechos episcopales denominados
“catedráticos”.
Conociendo ya la entidad de la Basílica de Santa Eulalia avancemos en
el tiempo para situarnos en el año 1475, es decir en pleno siglo XV; fue
entonces cuando comienza la Guerra de
Sucesión Castellana, un conflicto bélico por el Trono de Castilla
entre los partidarios de Juana la Beltraneja e Isabel la Católica y con el que
nos estamos familiarizando en sus detalles e intimidades a través de la serie
ISABEL emitida por Televisión Española.
En esta guerra Mérida alcanzaría un protagonismo bélico de primer orden
que la destroza como conjunto urbano medieval y al mismo tiempo obliga, ya
concluida, a la Orden de Santiago a replantear su reurbanización siguiendo otro
modelo urbanístico y con la trashumancia como referencia.
Pero consideremos antes el hecho bélico y sus influencias capitales en
la trama urbana.
Tras la batalla emeritense de la Albuera del Cerro Carija el Maestre de
la Orden de Santiago D. Alonso de Cárdenas toma
la ciudad y pone cerco a la fortaleza tomada en 1476 por la condesa de Medellín
en la que se refugiaron los partidarios de doña Juana, tanto castellanos como
portugueses; a su vez el Maestre dispone
su propia fortaleza en la Torre de Rapapelos situada en la confluencia de la calle Sagasta y José
Ramón Mélida.
La zona de fricción necesariamente estaría situada alrededor de la
alcazaba o fortaleza que conservaban los partidarios de Juana la Beltraneja a
través de Juana Pacheco, condesa de Medellín; por ello gran parte de sus casas
fronteras debieron ser derribadas y entre ellas muy probablemente las manzanas
que hoy señalan las calles Atarazanas, Plaza de Santo Domingo, Suárez Somonte,
Ventosillas, Cimbrón, Brudo y por la Casa de la Cal enlazando por Romero Leal
hasta la Plaza de España; final de Félix Valverde Lillo, Calle Santa Julia, Plazuela
de Santa Clara hasta bajar el Arco
Trajano, San Juan de Dios y actual Morería
Y, especialmente, la manzana que ocupaba la actual Plaza de España no
volvería a ser levantada como sería el caso de otras aledañas.
Los Visitadores de 1498 cuando inspeccionaron la iglesia de San
Andrés razonaron su abandono como
iglesia parroquial: “Porque los perrochianos se despoblaron” y documentarían mi
hipótesis sobre los desastres de una
guerra urbana en la propia Mérida.
Para hacernos una idea del destrozo realizado dentro de la ciudad el
propio Maestre, una vez tomada la ciudad, se aprestó a disponer sus propias
obstáculos defensivos dentro de la población; en palabras de Francisco de Rades
y Andrada: “Y mandó hazer grandes baluartes, cavas, y otras defensas, para que
su gente estuviese segura, así de los cercados como de los que viniesen a
socorrerlos. Duró este cerco cinco meses; en los quales hubo muchas
escaramuzas, y murieron algunas gentes de ambas partes”.
Moreno de Vargas interpreta que hubo más muertos: “El maestre con los
caballeros de la Orden y gente de Mérida
combatió la villeta y fortaleza; túvola cercada muchas días, en los cuales hubo
varias escaramuzas y reencuentros entre castellanos y portugueses, y de ambas
partes murieron muchos”.
Posiblemente este desmantelamiento urbano podría haber comenzado en la
época de la construcción de la Alcazaba en el año 835.
El allanamiento de edificios alrededor de la fortaleza, comprobado
arqueológicamente alrededor de las
murallas durante otros conflictos bélicos, además de una necesidad táctica
comprensible y deducible puede inferirse por el retranqueo de la muralla
musulmana y por la primera ubicación del Corral del Concejo; éste en 1498 se
situaba frente al cementerio de Sta. María y la Puerta del Perdón lugar que
ocuparía otro espacio frontero con la Fortaleza por la parte del puente romano;
otro documento del siglo XVI hace relación de edificaciones ilegales de esta
época frente a la fortaleza en dirección a la Plaza que documentaría cuándo ya
estaría formada la plazuela o plazoleta del Rastro: “Otra preocupación de los
Visitadores, puesta ya de manifiesto por Aurora Ruiz Mateos, es la pérdida de
campo visual hacia la Plaza, debido a
que “delante de la fortaleza se han hecho casas con excesiva altura y solicitan
que sus mercedes manden que las dichas casas que se han alzado se baxen como
solían estar y de aqui en adelante no se alcen” según recoge Manuel Garrido
Santiago de la Visita de 1533.
Pero hacia 1235 ¿dónde se edificó la ermita de Santa María de Fuera?
Por razones tácticas se me antoja que algo lejos de la Fortaleza y de la
muralla que corría por la inmediata calle de Castelar hasta el final de la
calle San Salvador; lógicamente en el lugar asignado al Arzobispado de
Compostela; no descarto la posibilidad de que hubiera sido elegida su ubicación
además como hito “fronterizo” entre los compostelanos y los santiaguistas; pero
sobre todo habría de haber sido situada en un lugar lo suficientemente lejano
que no embarazase la defensa tanto de la muralla como de la fortaleza y,
consiguientemente, no hubiese necesidad de derribar en caso de conflicto.
Sin embargo. que la iglesia ampliada de Santa María de Fuera se
adaptase a un nuevo trazado en el siglo XV me lo mostró José Antonio
Ballesteros con su notable perspicacia; la iglesia indicaba su orientación
correcta este-oeste a través de una flecha situada en el ábside de la capilla
del Evangelio, ahora el Sagrario.
Es de creer por esta señal expresa que se había cambiada la orientación
original en 1480 cuando Don Alonso de Cárdenas ordenó su ampliación.
Unos años antes Don Alonso de Cárdenas mandó erigir, año de 1475 en
Llerena, la Iglesia de Santiago, mi iglesia parroquial, entonces como su
mausoleo; ésta a simple vista está bien
orientada y se erigió sobre la ermita de san Pedro, pero con una particularidad
renacentista: fue situada en el mismísimo centro de una plaza cuadrada, hoy
virtual por añadidos posteriores.
Así pues el dato de la aclaración expresa de la orientación correcta de
Santa María de Fuera, actualmente con-catedral de Santa María, es muy importante y aún es más significativo;
constituye un elemento esencial para conseguir la regularidad geométrica de la
Plaza emeritense; en fin demostraría que se estaba creando conscientemente la
Plaza Mayor de Mérida tal como casi hoy la vemos y con la disposición y los
usos propios de la política urbana de los Reyes Católicos ya plenamente
Renacentista; nuestra Plaza Mayor, de estructura geométrica regular, será el
referente religioso, político, económico y social de la ciudad porque en ellas
como aseveraba Bernabé Moreno de Vargas
se unió el todo por obra y gracia del Maestre D. Alonso de Cárdenas Cano, XL y
último Maestre de la Orden de Santiago y, al parecer, por ende creador de esta
Plaza: “El maestre dio luego orden de reparar la ciudad de Mérida, que con las
guerras pasadas estaba muy maltratada, mandó se hiciese la iglesia de Santa
María de la Plaza, ampliando la ermita que allí estaba” y “que se redujeran a
ella las parroquias de Santiago y san Andrés. Entonces se puso en orden y
policía la Plaza y se edificó la lonja con seis arcos de piedra, y sobre ella
la sala del Ayuntamiento, que ahora se llama la Audiencia Vieja”.
Consecuentemente se ubicaron o ¿se reubicaron? las medidas de la ciudad
situadas en San Andrés en las nuevas Casas Consistoriales situada ahora en la
Plaza Mayor: “y así, en las que entonces se hicieron en Mérida, que ahora
llaman Audiencia Vieja, en la esquina de abajo, en las piedras de su edificio,
están señalados los padrones de la vara de medir”.
Pero el Modelo Renacentista, no va a quedar su impronta intramuros de
la Ciudad de Mérida; con el final de la Guerra de Granada el reino de Castilla
recupera sus exidos también para la religión; y otro de los elementos
renacentistas, el interpretativo de las piedras romanas, va afectar a la
Iglesia de Santa Eulalia con la consiguiente reinterpretación ingenua o
pre-científica de restos romanos ubicados en ella y en sus proximidades.
Y, entonces, se realiza la primera interpretación histórica de restos
arqueológicos en la Historia de la Arqueología emeritense.
Reconstruyamos brevemente su historia: El día 7 de noviembre de 1498
llegan a la ciudad de Mérida el bachiller Alonso Rodríguez Zambrano, cura de la
villa de Valencia de la Torre (o del Ventoso) y Alonso de Esquivel, comendador
de Castilleja de la Cuesta.
Son Visitadores Reformadores de la Orden de Santiago de la Espada, bajo
cuyo señorío se encuentra Mérida y su Tierra ahora bajo la administración del
rey Fernando el Católico.
Tras presentar sus credenciales, emitidas por los reyes Isabel y
Fernando, que habían asumido todos los poderes de los antiguos Grandes
Maestres, comienzan su labor; fundamentalmente consistía ésta en la inspección
de las propiedades religiosas, civiles y militares de la Orden y en establecer
las disposiciones que creyesen más convenientes para su conservación o aumento.
Paralelamente el Secretario, que levantaba acta notarial, realizaba una
detallada descripción de sucesos, iglesias, ermitas, fortalezas y propiedades
de la Orden, de las Parroquias y de los Santuarios.
Y entre sus descripciones recrea por vez primera los Mitos y Lugares
eulalienses transformando la basílica y sus alrededores en centro unificado de
la interpretación martirial de Santa Eulalia… según su Pasión.
“A las espaldas del altar […] está un atajo en que pareció un sepulcro desecho, en el
qual dizen que estuvo el cuerpo de santa
Olalla, que agora está en Barcelona”.
Los mismos visitadores identificaron otro sepulcro a su vera como los de San Germán y San Serván si bien
advirtiendo que el cuerpo de San Serván estaba en Sevilla.
Seguidamente los Visitadores hacen referencia a la existencia de una
Capilla de Santa Olalla en lo que hoy es la Capilla del Sagrario y que estaba
vacía; yo la interpreto como el antecedente medieval del Hornito y lugar en el
que, hasta 1498, en el mes de diciembre se bajaría del altar la imagen de Santa
Eulalia para acercarla a los devotos eulalienses de Mérida y de su Tierra.
Y a continuación también los Visitadores describen una capilla
subterránea como la cárcel de Santa Eulalia:
“A la parte del coro está una cueva
fecha de bóveda, dentro de la qual está un altar descendiendo, donde
dizen la prisión en que estuvo presa Santa Olalla e que después fizo su vida en
la dicha cueva un santo ombre que se dixo Martino, sacerdote”.
Pero este lugar como prisión de santa Eulalia se olvidó pronto y Moreno
de Vargas lo certifica y explica por falsas interpretaciones de origen popular:
“Y como el pueblo nunca apura ni considera la verdad de las cosas, siguiendo
siempre lo aparente y lo común, le pareció que el santo Martín que allí había
estado era San Martín, obispo,[…] y así a instancia de algún devoto suyo, se
hizo en la cueva un altar y puso en él la imagen de San Martín, obispo,
entendiendo todos que este santo era el que había allí tenido su morada, si
bien es cierto que este santo nunca estuvo en España”.
Por último los visitadores advirtieron “E fuera de la dicha iglesia e
portal está unas señales de paredes de horno de rrondo (derruido?), en que dize
la letura del martirio de santa Olalla que allí fue quemada”.
Pero serán los Visitadores de 1498 quienes describirán por vez primero
el recién construido hornito: “Delante de la puerta de esta dicha iglesia está
un edificio de piedra manpuesta con un arco labrado de cantería, fecha de
bóveda una capilla pequeña y un altar en ella y en él la imagen de Señora Santa
Olalla de madera pintada y por delante una rreja de palo”.
También serán los Visitadores de 1498 quienes responsabilicen de su
construcción a los Visitadores de 1495 cuyo secretario no recogió este tan
importante dato: “el qual dicho edificio los visitadores pasados mandaron fazer
en memoria de que en ella estaba el Horno en que la Señora Santa Olalla fue
metida”.
Tras comprobar que la Visita General anterior a esta de 1498 se realizó
en 1495 encontramos los nombres de los Visitadores en la “Historia de la Ciudad
de Mérida” de Bernabé Moreno de Vargas: “ Franciscus
Martinus Vicarius y de la otra no se puede leer más que Fernando...”.
Hasta 1612 poco se hace por el ornato del Hornito a excepción de unas
pinturas en su interior representando los treces martirios que la Pasión le
confiere.
Y para terminar qué mejor que intentar imaginar cómo fueron las dos
primeras imágenes emeritenses de Santa Eulalia, es decir la medieval y la
renacentista.
La situada en el hornito en 1498, la primera imagen “moderna” o
renacentista, era “de madera pintada”;
por el contrario la titular, es decir, la situada en el altar mayor era bien
diferente y fue mejor descrita: era “de bulto”, es decir que tenía volumen para
distinguirla de las imágenes pintadas denominadas entonces “istorias”, y
añadía el notario que estaba elaborada
en alabastro; no obstante se le había añadido una falda "presada" (es
decir de color verde claroscuro) y tenía un manto "colorado" sobre
sus hombros y espaldas.
Según Tejada
Vizuete la imagen medieval de Santa Eulalia, dado su material de alabastro,
pudiera haber sido un regalo del Maestre D. Lorenzo Suárez de Figueroa ya que
éste había donado otras imágenes del mismo material a otras iglesias
emeritenses; por tanto su antigüedad se remontaría al año 1400.
En el siglo
XVII aún existía esta imagen de alabastro pero había sido trasladada desde el
altar mayor de la Basílica al Hornito según vuelve a testimoniar Moreno de
Vargas; es decir que él la conoció.
¿Cómo era la
imagen?
Yo quisiera
creer que Moreno de Vargas, en otra más de sus extraordinarias y geniales
aportaciones a la Historia de Mérida, pudo inmortalizarla en la portada de su libro
“Historia de la Ciudad de Mérida” del año 1632 tomándola como modelo.
A mí se me
antoja que por su volumen que el original de esta imagen era de alabastro...
Gracias por
vuestra presencia y buenas y eulalienses noches.
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