Venus del Mitreo (M.N.A.R.) |
Como es natural, la diosa Venus, una de las divinidades más importantes de la Religión Romana, tuvo en Augusta Emerita numerosas representaciones de la que hemos tomado como referencia ésta, procedente del Mitreo.
Venus, a partir de Virgilio, fue considerada como Madre de
los Romanos o Venus Genetrix y en particular de la
“gens Iulia”, la familia del Emperador Augusto, a través de Eneas, héroe griego
de la guerra de Troya.
Pese a ser de origen romano, por su asociación con la
Afrodita griega, completó una rica personalidad; pero de ella sólo me ocuparé
de los símbolos que han sido asumidos por otras culturas o algún movimiento ciudadano en la ciudad de Mérida
hasta finales del siglo XIX.
Empecemos, pues, de ayer hasta antesdeayer.
- EL GORRO FRIGIO DEL CÍRCULO EMERITENSE O LA VENUS
LIBERTINA.
Como espacio propio de la Masonería y del Republicanismo
emeritense de principios del siglo XX se ha establecido, inequívocamente, el
Liceo; algunos de sus fundadores fueron masones, como singularmente lo fue su
primer Presidente, Eugenio Macías
Rodríguez, natural de Calamonte.
Más que díficil, casi imposible, es que un símbolo, a
finales del siglo XIX, año 1897, tan cargado de sentidos antimonárquicos,
revolucionarios y subversivos, como el Gorro Frigio, aparezca en el edificio
del Círculo Emeritense o Casino; la generalidad de sus miembros pertenecían, en
la época de su fundación -finales del siglo XIX-, a las clases conservadoras de
Mérida.
A partir del siglo XIX, y año de 1830, en el que aparece con
él, en un cuadro de Eugène Delacroix, una tal Marianne,
personificación de la República Francesa, el gorro frigio se tomó como símbolo
de “la Libertad” y se asoció, indeleblemente, al Republicanismo.
En la antigüedad
romana el gorro frigio era el sombrero de los libertos, esclavos liberados por
sus dueños.
Uno de los
apelativos, acaso por error, de la diosa Venus era de “Libertina” o de
los libertos.
- LA CONCHA O VENERA VISIGODA DE LA MEZQUITA DE LA ALCAZABA.
En la Marida musulmana hubo de haber “por imperativo legal”
dos mezquitas; de la mezquita aljama o principal sabemos que “ni está ni se la
espera”.
Pero no es esta de la Alcazaba la mezquita de la Medina
maridense sino la específica mezquita de la guarnición y de las autoridades
emeritenses musulmanas de la que trataré.
Sobre ella el Arzobispado de Santiago de Compostela, no la
Orden de Santiago, erigió la iglesia dedicada a Santa María.
¿Quiénes colocaron por la parte externa del Mihrab de la Mezquita
la Concha de factura visigoda y, por tanto, con simbología claramente
cristiana?
No, lo asegura Manuel Parada López de Corselas; no
fueron los caballeros santiaguistas de la Orden de Santiago de la Espada,
aunque también ellos utilizaron la concha como símbolo propio y distintivo,
también en Mérida.
Parece ser muy cierto que fueron los mismo musulmanes; eso,
al menos, propone el investigador anteriormente citado y con muy buenas razones
-numerosas y principales mezquitas como la de Al Aqsa de Jerusalén la situaron en
su puerta principal- .
En lo tocante al Paraíso Celestial el Islam asumía sin
desgana ni tapujos este símbolo universal de las culturas orientales y
mediterráneas.
El único, o uno de los muy escasos símbolos utilizados por
los cristianos que fue admitido por los musulmanes en sus expolios, fue la
Concha, la cual ya aperece, inicialmente usada como elemento decorativo en la
dinastía Omeya (661-750)
La Concha, repito, es un símbolo común a todas las culturas
oientales y mediterráneas; y ha sido asociado expresamante a la diosa Venus. y
a su catasterismo o conversión en el planeta Venus; de aquí que los peregrinos
compostelanos la reutilizasen como símbolo, reconociendo así al planeta Venus
como guía de caminantes.
Ahora bien, la Concha, tanto para idolátricos, cristianos y
musulmanes, también judíos, tienen similares usos arquitectónicos y simbolismo;
especialmente en el caso de la Mezquita de la Alcazaba emeritense.
Ésta se encuentra situada en el frente sur de la Mezquita,
en la pared de cierre del Mihrab, el espacio más sagrado de cualquier templo
musulmán, lugar señalado como especial por su arquitectura de nicho u hornacina
más o menos adornada según el tipo de mezquita.
La generalidad de los historiadores asocia este nicho u
hornacina con los ábsides de las iglesias cristianas, con los ábsides de las
basílicas judiciarias romanas o con los ábsides de sus “domus” o con los
ábsides cementariales cristianos o los arcosilios de las catacumbas; etc.; también
la asocian con otros elementos arquitectónicos propios del judaismo localizados
también en sus sinagogas; las toledanas del Tránsito y Santa María la Blanca, por
ejemplo, en España.
En todos estos edificios la Concha o el Ábside simboliza el
espacio del Poder Humano - de los lares, paterno, judicial, del obispo, del
emperador-, en representación delegada, por analogía, con el Poder Divino.
La Concha o el Ábside es, pues, el símbolo del Cielo, del
Paraíso; por ello los primitivos cristianos procuraban enterrarse bajo un
ábside o un sencillo arcosilio y los hispano-musulmanes entendían que la Concha
era “la puerta al más allá”.
En palabras de Enrique Cerrillo Martín de Cáceres, y María Cruz Villalón “La concha remata asimismo
un “espacio capaz de imprimir un sentido sagrado a los personajes que alberga”.
- EL MIRTO DEL CRISMÓN DEL ALGIBE DE LA “DOMUS DE LA PUERTA
DE LA VILLA” O LA VENUS “MURCIA”.
Dice de Woele que es “bien conocida la costumbre de los
pueblos antiguos […] de venerar ciertos árboles y plantas movidos por la
creeencia de que en su interior reside algún tipo de fuerza o espíritu. A esta
clase de planta perteneció siempre el mirto, y el espíritu arbóreo que lo
ocupaba fue tenido como particularmente activo”.
Este “espíritu activo”, como explicitan los iconos
ortodoxos, también alcanzaría a sus representaciones pictóricas.
Una de las plantas asociadas a la diosa Venus, y que la
cubre como aureola, es el Mirto; de aquí su epíteto de “Venus Murcia” -también,
consecuentemente, le estaba consagrado el Mirto a Hades, el dios de la Muerte-.
Tampoco es menos universal la rica simbolización del Mirto
en las culturas orientales y mediterraneas; en ellas también, el, además,
denominado arrayán, posee un mínimo común denominador : su asociación con la
muerte y/o con la resurrección; especialmente lo vemos en el caso de la Diosa
Venus y de su amante el cazador Adonis,
a quien Júpiter le concedió seis meses de vida resucitada cada año para que, al salir del Hades, la
diosa gozase con él.
También en la tradición judía aparece el Mirto representando
al pueblo judío abatido por el Cautiverio de Babilonia y asociado a la
restauración de Jerusalén ( Zacarías 1, 8).
Similar significado, pero ahora referido a la Iglesia Cristiana, tiene
en el Mirto en el Cristianismo: el suelo
de las iglesias hispanas hasta la invación musulmana se cubrían de mirtos.
También el Mirto se asocia, por analogía, con el Cielo: sus flores
blancas se transforman en azules.
En el caso que nos ocupa el Mirto aparece sustituyendo al
Laurel en el Crismón del Algilbe de la “Domus de la Puerta de la Villa”.
Hay muchas razones para el rechazo del laurel por parte del
ilustrador emeritense en su Crismón; pero sólo hay dos razones para la elección
del Mirto; consideremos una: el Mirto simboliza en todas la generalidad de las
religiones orientales y mediteráneas la Resurrección y, aún más expresamente,
en el Cristianismo.
De aquí que á la heroína por excelencia del pueblo hebreo,
Esther, se llamase precisamente Hadassâh
(Esther 2, 7), es decir, “Mirto”; o
que la hermana de Lázaro, al que resucitase Jesús, se denominase con un
nombre muy “ad hoc”: “Marta” (Juan 11 y
ss).
Ahora bien, las sepulturas de los mártires como las de los
héroes idolátricos tenían en común la decoración vegetal, por las razones ya
apuntadas de ese “espíritu activo”.
“Así como las llamadas tumbas de los héroes contenían
pequeños jardines o bosques que participaban de la naturaleza sacra del lugar,
con el desarrollo del cristianismo se aprecia que determinados lugares donde se
sitúan las sepulturas de los mártires, ofrecen una disposición similar compartiendo
la escenografía vegetal”, aseveran Francisco Javier Fernández Nieto y José
Antonio Molina Gómez.
¿Nos encontramos, pues, en el algibe de la domus de la
puerta de la Villa ante un sepultura, clandestina, claro, de un mártir; para
ser más exactos, de la Mártir Santa Eulalia?
El Mirto de su Crismón, da un posible primer testimonio; del
otro, formalmente arqueológico e histórico, ya trataré.
En la ciudad de Mérida, finales de julio de 2016.
Publicado en la Revista de Ferias del Excmo. Ayuntamiento de Mérida, septiembre de 2016.
Publicado en la Revista de Ferias del Excmo. Ayuntamiento de Mérida, septiembre de 2016.
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