Ingenuos malintencionados hay que aún tienden a dividir el mundo entre buenos y malos, sanos y enfermos; incluso alguno, tan ingenuo como malintencinado y desafortunado, tiende a asociar la inteligencia con el ajedrez como otro a unir su extrema inteligencia con su extrema locura.
Y esto viene por la muerte de Bobby Fischer un hombre no menos vulgar y menos inteligente que cualquier otro hombre que nunca jugó al ajedrez;
acaso el ajedrez no sea un cuadro inventado para hacerle saber al rey que su vida depende del pueblo sino la apuesta de dos generales que se quedaron sin ejército para enfrentarse entre ellos.
Yo, siempre respetuoso con la inteligencia y sus excesos, desde siempre preferí y jugué a la Oca y al Parchís, al Tres en Raya y a "Piola", etc.