me dieron todos los nombres que no querían, todos los nombres que podían ser pronunciados; por ello nací esclavo de la vida -ellos alargan el tiempo con mis periódicos renaceres-, reo del amor - he de buscar obsexivamente la costilla perdida- o inane -de tal nada aún menos (pese al optimismo de la teoría de la evolución darwinista actualizada al día de hoy).
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