podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

domingo, diciembre 25, 2016

KYRIOS, KAIRÓS Y EL TRIÁNGULO EQUILÁTERO PITAGÓRICO, APORTACIONES IDOLÁTRICAS AL CONOCIMIENTO DE DIOS.



Antonio Mateos Martin de Rodrigo.

En recuerdo de San Masona, obispo emeritense, valedor “a lo Gandhi” del Trinitarismo en Hispania y en La Galia.

Introducción.






“Kairós” es la manifestación temporal, Cristo, del Dios eterno; significa que Dios se hizo carne o materia al encarnarse en María -Mateo 1,18- y, por ello, se dice que se entemporalizó.

Comenzaría, pues, a ocurrir entonces la recreación del mundo o cumplimiento de la promesa de Dios -Gén. 3, 15- para reconciliar al hombre y regenerar la Naturaleza primordial (la perfección o no de la Naturaleza es inseparable de la perfección o no del hombre -Gén. 3, 17-18-.

A su vez “Kyrios”  es el título honorífico de Jesucristo para proclamar su gloria y soberanía sobre la historia humana y todo lo creado.

Desde la perspectiva histórica del Cristianismo el Cristo “Kyrios” o universal precede a sus Epifanías en Belén ante los Reyes Magos -Mateo 2, 1-12-, ante Juan el Bautista en el Río Jordán -Mateo 3, 16-17-, en donde hubo además Teofanía, y la Epifanía ante sus discípulos en las Bodas de Caná (Juan 2, 1-11).

Nótese que la primera Epifanía o manifestación pública de Jesús ante las gentes se realizó frente a los representantes de pueblos no hebreos y que estos le ofrecen como dones oro, incienso y mirra, es decir le dan su reconocimiento como soberano supremo del universo en tanto que Dios, Hombre y, por ende. Rey de Reyes, es decir “Kyrios”.

Litúrgicamente ambas palabras están íntimamente relacionadas en todas las iglesias católicas orientales y ortodoxa.

Al comienzo de la Liturgia de las Iglesias católicas orientales y ortodoxa el diácono le dice al sacerdote: «Es tiempo [kairós] para que el Señor actúe» (Kairós tou poiesai a Kyrio)”, lo que indica, según los teólogos, que el tiempo de la liturgia es una intersección con la eternidad a través del Verbo Creador o su Palabra.

Y es que, según entiendo, tras la encarnación de Jesús en María -por Eva salió el Verbo del Paraíso y al Verbo lo reintroduce en el mundo la Virgen María- la eternidad se enhebra en la temporalidad, es decir, en la vida humana a través de un imperdible que liga eternidad y temporalidad -Cf. Pedro, 2ª 3, 13-; a su vez Jesús en el momento de la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre -Marcos 14, 22/24-  dispone su encarnación particular en el Hombre, perfeccionando y cumplimentando su primera Epifanía a través de la modificación milagrosa de las propiedades físicas del agua ante los primeros discípulos en las bodas de Caná.

O dicho en lenguaje poético: el Amor, Cristo, es un momento arrebatado a la Eternidad; o aún mejor: el Amor es un momento generosamente desprendido de Dios.

Y lo que es lo mismo: cada vez que se inmola a Cristo incruentamente en la Eucaristía se manifiesta y encarna Dios, eterno, en el hombre, finito; también la Eternidad se manifiesta, y muy especialmente, en el sacrificio cruento de sus testigos, los mártires, continuación del martirio de Jesús, en memoria de quien inmolaban sus vidas; Daniel Rops haciéndose eco actual de esta tradición asegura que  “el martirio, […] era la más alta forma de imitación de Cristo”.[1]


En el caso de nuestra mártir Eulalia esta manifestación del “tiempo en que Dios actúa y se manifiesta” fue recogido por el excelso Quinto Aurelio Prudencio Clemente en unos versos sublimes de la más sublime mística: “Señor, escriben tu nombre en mi cuerpo; ¡cómo me agrada leer estas letras que van redactando tu victoria¡” Y la púrpura de la sangre derramada va deletreando el nombre sagrado de Cristo”.

Y es que en el Cristianismo antiguo no había palabras sobrantes ni banales; incluso, tampoco había veleidades teológicas; en realidad abundaban los vocablos sacramentales, es decir “los de fe”, las palabras que tenían la virtud de convertir por el simple enunciado todo su significado en realidad -Cf. Mateo 15,20-.

Tampoco en aquel Cristianismo primigenio había demasiadas coincidencias azarosas; Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza -Génesis 1, 26- y, siendo aún más preciso, Dios todo lo había hecho con Número, Peso y Medida -Sab. 11-20-; por ello me atrevo a interpretar la conversión del agua en vino y del vino en su Sangre como dos momentos simétricos que abren y cierran la Vida pública de Jesús tal  “Kairós tou poiesai a Kyrio “, lo que, dada las circunstancias históricas de su regreso, significaría que era aquel, el de la Última Cena o Primera Eucaristía, el momento para que Dios comenzase a recrear el mundo y se cumpliese la Gran Promesa de restitución comenzando la nueva Semana de las Semanas a través de la creación del nuevo Alimento que sería tomado del verdadero Árbol del Bien, Cristo en la Cruz…

Nótese que los Apóstoles tomaron el Cuerpo y la Sangre de Cristo inmediatamente antes de su crucifixión… ¿Les estaba convocando también al martirio -Mc. 10, 35-45-?

Y así, el alimento del conocimiento del Bien y del Mal (Gén. 3,22) ofrecido por la serpiente, la “manzana” del “Malus Ligno”, era sustituido por el alimento de vida,-Juan 14, 6-: el Cristo Crucificado o el fruto del “Bonus Lignus”.

Al parecer el uso del vocablo “kyrios” lo tomaron los cristianos para incluirlo en el Nuevo Testamento de la traducción de los Setenta o de la Biblia Septuaginta; es decir el término “kyrios” fue utilizado por los judíos para designar a Dios, Yaveh, junto al arameo Mareh/Marja y el hebreo Adon; a su vez “Kairós” ya es una introducción original cristiana -Marc. 1,15-.

Evidentemente “Kyrios” y “Kairós” son palabras originarias de la lengua y de la cultura griega, idolátrica por tanto.

KAIRÓS Y KYRIOS MÁS EL TRIÁNGULO EQUILÁTERO SEGÚN LOS PITAGÓRICOS, APORTACIONES DE ORIGEN IDOLÁTRICO A LA EXPRESIÓN DE CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL CRISTIANISMO.

“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras”. Genesis 11,1
“Está escrito en la Ley: Por hombres de lenguas extrañas y por boca de extraños hablaré yo a este pueblo... dice el Señor”. San Pablo.1ª Corintios, 14, 21,

Hubo en la antigüedad griega una doctrina lingüística, la de los Cratilianos, según la cual unos sabios primigenios, denominados “legisladores del lenguaje” habían creado el lenguaje humano de forma que existía relación entre las palabras pronunciadas y sus significados y entre su enunciado y su realización; desde un punto de vista teológico esta relación explicaría el temor divino de que los hombres pudiesen llegar al cielo -Gén. 11-6 y Cf. Gén. 3-22- resuelto por Yavé con la confusión de las lenguas que, hipotéticamente, dejaría al hombre sin su último resto del paraíso: la lengua común que relacionaría significante con significado y la acción creadora (Cf. Gén. 2, 20).

Es decir aquel lenguaje de origen adámico, en la tradición hebrea, habría de tener poderes cuasi parecidos a las palabras de los sacramentos y por tanto ser signos sensibles y eficaces (Cf. Mateo 14, 17-20): sus palabras, al ser pronunciadas, debían, pues, poseer poder para realizar lo que decían.

Pero no iré más allá de lo que facilita la Lingüística en su actual estado de desarrollo; me limitaré, por tanto, a considerar el curioso homenaje intelectual que los judíos de dos siglos antes de Jesucristo le hacían a la lengua de sus primeros opresores y enemigos: los egipcios.

Como todos bien sabemos las lenguas egipcia y hebrea son lenguas semitas; por ello comparten una característica común: todas las palabras que poseen la misma estructura consonántica tienen un mínimo significado común.

Este hecho hace que todas las palabras tanto egipcias como hebreas tengan significados similares según sus raíces consonánticas o que entre ellas exista un mínimo común denominador semántico; en palabras de Maurice Daumas  respecto del árabe clásico: “la raíz K.T.B y los cambios de sentido que adquiere al cambiar de vocales: Kataba, “él escribe”; Kutaba “, “fue escrito”, Kataba, “mantuvo correspondencia con”; Katib, “secretario”; kitab, “libro”, etc.”[2]

Si agrupamos las raíces de las palabras griegas por grupos consonánticos  o la egipcia veremos el mismo fenómeno: ahora sí, y es que lo que viene al caso como algo relevante: los grupos consonánticos H. R. egipcio[3] y K. R. griego[4], poseen el mismo común denominador semántico: en sus palabras subyace la idea de “lo superior”.

Desde un punto de vista lingüístico nos encontraríamos ante un fenómeno excepcional originado en el Nostrático, la hipotética lengua pre-diluviana, y madre “científica” de las lenguas egipcia, hebrea y griega.



Dios, patrono de todos “los imposibles”, parece ser que permitió también que los idolátricos describiesen también su intimidad y mismidad -bueno es saber que los primeros cristianos también utilizaron habilidades idolátricas como medio de evangelización tal como San Agustín; de aquí “mi osadía”-.

No obstante habré de explicar el contexto de no aproximación ni concurrencia por parte de los cristianos; hasta no hace muchos años la filosofía cristiana era Tomista y se encontraba muy influida por Aristóteles; éste, con su ridiculización del Pitagorismo, llevó a la Ciencia a una infravaloración de las matemáticas hasta Galileo Galilei quien advirtió del inmenso daño que había hecho al desarrollo de la Física[5] -es de reconocerle a Juan Pablo II la rehabilitación de Galileo y su consideración de la compatibilidad entre Ciencia y Teología o Religión-.

No obstante los idolátricos, como en otros campos del Cristianismo, nos proporcionaron, desde su “matemática de la naturaleza” la aproximación más interesante al Misterio de la Trinidad; en palabras de Espeusipo, sobrino de Platón pero convertido al Pitagorismo: “el triángulo equilátero, que en cierto modo tiene una sola línea y un solo ángulo; digo “una sola”, porque tiene [lados y ángulos] iguales, y lo igual es siempre indivisible y por ende de la índole de lo uno”.[6]

Claro es que los “pitagóricos afirman que el triángulo es el principio de la generación y de la producción de formas de las cosas generadas”.[7]

En la ciudad de Mérida a 28 de febrero de 2013.
Publicadoen la Revista Oficial de Semana Santa de Mérida.




[1] ROPS, Daniel, La Iglesia de los Apóstoles y de los mártires, Luís de Caralt, Barcelona 1955, p. 192.
[2] DAUMAS, Maurice, La civilización del Egipto faraónico. Juventud, Barcelona, 1972, p.40.
[3] MORET, Alfred, El Nilo y la civilización egipcia. Tomo VII, Cervantes, Madrid 1927, p. 78: “La paalabra HR, con la desinencia adjetiva HRJ significa “lo superior”, “lo que está en alto”. Como substantivo HRT, es “el cielo”: razón de más para atribuir mentalmente al halcón HRU el cielo HR. Otra palabra:, HR designa la parte superior del hombres, “la faz humana”, “el jefe”: Por asociación y juego de palabras el dios HR se convirtió en la faz celeste, el jefe divino…”.
[4] Cf.  PABÓN DE URBINA, J. M., Diccionario manual griego-español, Barcelona 1967.
[5] MOYA ESPÍ, Carlos, en “El Pitagorismo antiguo”  en La Filosofía Presocrática Universidad de Valencia, Valencia 1978, pp. 197 y 198.
[6]  EGGERS LAN, Conrado en “Filolao y “pitagóricos”, Los filósofos presocráticos, Tomo III, Gredos, Madrid 1986, p.108.
[7] ÍBIDEM, p, 110.

martes, abril 05, 2016

LA CRISTOFIGURACIÓN DE LA MÁRTIR SANTA EULALIA. Antonio Mateos Martín de Rodrigo.


A Don Manuel Fabris en su “Anno Giubilare Eulaliano” y a Don Antonio Bellido Almeida en su año de jubilación sacerdotal por sus renovaciones del cultro eulaliense.

INTRODUCCIÓN La Semana Santa emeritense, declarada de Interés Turístico Nacional en España, como las demás españolas, se caracteriza por sus manifestaciones públicas en sus calles y plazas a través de Procesiones; éstas se realizan  a través de los personajes y episodios de la Semana Santa descritos en los Evangelios a través de bellísimas imágenes ejecutadas por nuestros mejores imagineros.
Estas procesiones discurren al lado de monumentos romanos contemporáneos de la época Cristo.
La más antigua de las imágenes de las que procesionan en Mérida, es el Cristo de la O,  documentado en el siglo XV y radicado en la Concatedral de Santa María de la Plaza Mayor. 

Cristo de la O ante el Templo romano “de Diana”.


Por tanto, no aparecen entre nuestras procesiones ninguna escena ni ningún personaje que no sea del tiempo de la Gran Semana de las Semanas cristiana.


Con este artículo me propuse sacar en primera línea divulgativa el carácter esencial de los mártires como imitadores de Cristo, singularizando a nuestra común patrona, por ser el mártir más asimilado a Jesucristo y proponiendo su presencia en las procesiones de Semana Santa y preguntando retóricamente tras qué Cristo habría de procesionar.








Imagen de Santa Eulalia de Mérida procesionando por las calles de Mérida el día 9 de diciembre a través de la Pontificia, Real, Maestral y Muy Antigua Asociación de la Virgen y Mártir Santa Eulalia de Mérida.



¿SANTA EULALIA ¿PUEDE PROCESIONAR EN LA SEMANA SANTA EMERITENSE, EN U´QE LUGAR LO HARÍA?
La mártir Eulalia forma parte intrínseca e inalienable de toda Semana Santa no porque las imágenes de los cristos y las vírgenes emeritenses la saluden en su Hornito a través de un protocolo contradictorio con el culto oficial que la Iglesia ha establecido para Dios, la Virgen María, los mártires y los santos; la mártir Eulalia forma parte intrínseca e inalienable de la Semana Santa porque ella es, y es de creer, real y verdaderamente, “otro Cristo” porque, insisto,vivió y, singularmente, murió hecha un Cristo. [1]


Imágenes del Cristo de los Remedios y de Ntra. Sra. del Mayor Dolor, procesionadas por la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo de los Remedios y Nuestra Señora del Mayor Dolor ante el Hornito, cofradía radicada en la Parroquia de Santa Eulalia.

Lamentablemente la idea, que formaba parte de la catequesis inicial de los antiguos cristianos, según la cual los mártires al imitar a Cristo en el martirio, se transformaban en otros cristos, actualmente sólo es conocida por gentes muy preparadas teológicamente.



Paso de “El descendimiento”. Cofradía Ferroviaria del Descendimiento de Nuestro Señor, Santísima Virgen de La Angustias y Nuestra Señora de La Esperanza, también incardinada en la Parroquia de Santa Eulalia.

La identificación Cristo/Mártir tiene una explicación directa en las palabras del propio Cristo según el Apocalipsis de san Juan: “Al que venciere, le haré sentar conmigo en mi trono; así como yo también he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. Apocalipsis 3, 21”.

Por tanto queda explicada, nada más y nada menos, claro, a través del libro del consuelo de los mártires, esta Cristofiguración de los propios mártires o la plasmación analógica de la vida de Jesucristo en sus testigos y testimonios, incluida Eulalia.
“¿Qué otra cosa es, pues, el mártir -escribió, en el siglo IV, San Vitricio de Ruán…- sino un imitador de Cristo?”[2]

Así,  la descripción del combate entre los mártires y los jueces romanos y su martirio recibe la denominación de “pasión” tal como la biografía de Jesús en sus últimos momentos según los Evangelios.

Y, como en la Pasión de Jesús no se omite, casi nunca, el nombre del Gobernador en un intento de colocar en el tiempo el hecho martirial.

Pero, si tomamos en consideración el Himno III del Peristéfanon[3] dedicado por Quinto Aurelio Prudencio Clemente a nuestra Eulalia comprobaremos, además, que no hay mártir tan cristofigurada como ella en la literatura cristiana:
- Santa Eulalia, como Jesús, denuncia la religión de los ídolos y proclama como única y verdadera  religión la de Dios.
- Santa Eulalia, como Cristo, no se inmola por sí misma, sino por los cristianos emeritenses perseguidos, muchos de los cuales, como su padre y su obispo Liberio, habían huido, cometiendo, acaso, el gravísimo pecado de apostasía.
- Y ella, presentándose voluntariamente ante el tribunal, era la única que podía intermediar en el plano local y temporal, como Jesús lo hizo en el universal, esta ofensa  ante Dios ya fuese como “confesora”, antes de morir ofreciéndose como víctima propiciatoria, o ya como “mártir”, después de expirar.[4]

Y, para que no haya dudas de su Cristofiguración Prudencio dice que ella vé como los garfios que desgarraban sus carnes escribían el nombre de Cristo en su cuerpo.

Y, es que el martirio tal como asevera Daniel Rops “era la mejor manera de unirse a Jesús”, la más íntima y mística.[5]
Escena de “El Encuentro” entre La Virgen María y Cristo Camino del Calvario con los pasos de  Ntra. Sra. del Mayor Dolor y Nuestro padre Jesús Nazareno, pasos de  la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo de los Remedios y Nuestra Señora del Mayor Dolor.

Y aún hay más concomitancias:
-        - Eulalia como Cristo no quiso la muerte de sus verdugos y el verdugo de Eulalia se arrepintió de sus actos a la vez que el lictor huyó impresionado.
-        - Y Eulalia tomó el cáliz, el mismo cáliz que Jesús y sus Apóstoles en la Última Cena; tomar el cáliz era sinónimo de martirio[6] y ella lo tomó en la realidad a través de una bellísima imagen ideada por Prudencio: bebiéndose el fuego de las antorchas que había prendido en sus cabellos.[7]
-        - Y se vio, salir de su boca una paloma. Recuérdese que en el bautismo de Jesús en el Jordán se vio una paloma sobre su cabeza (Mateo 3, 16); ahora, de la boca de Eulalia, en su bautismo de fuego o de sangre se vería otra paloma según Prudencio.
-        - Y tras su muerte nevó por disposición extraordinaria de la Naturaleza; al expirar Jesús también la Naturaleza se alteró de forma prodigiosa (Mateo 27, 51-54).

También abundan los artistas españoles que, en cuadros e imágenes de bulto, la presentan en España suspendida en la Cruz.



Escultura de Santa Eulalia de Luis Salvador Carmona (1709-1767).Museo Nacional de Arquitectura, Valladolid.



También en Italia aparece Santa Eulalia crucificada:  así la representó el escultor Emilio Franceschi (1839-1890); la imagen se conserva en la Gallería Nazionale d´Arte Moderno de Roma.









Por todo ello, si la Mártir Eulalia procesiona en alguna Semana Santa emeritense tras los pasos usuales de sus procesiones no haría nada extraño, incongruente o fuera de lugar.
Ntra. Sra de las Angustias de la Cofradía Ferroviaria del Descendimiento de Nuestro Señor, Santísima Virgen de La Angustias y Nuestra Señora de la Esperanza.







Ella vivió, tal como Jesús, desde los primeros momentos de su vida hasta el de su martirio,  preparando su “desposorios divinos” desde una vida sino secreta al menos no pública en sus intenciones.

Y ella murió imitándoLO y siguiéndoLO hasta en la muerte cruenta y horrible, viendo también cómo su noble condición humana y social era reducida a la de un delincuente; y, todo para testimoniar la existencia de Dios, la defensa de los perseguidos y propiciar el perdón de sus conciudadanos pecadores.

¿Quíén, ahora, podría negarle a la imagen de Santa Eulalia seguir a  la imagen de un Cristo muerto o resucitado en una Procesión de Semana Santa ?

¿Es que ella no murió porque iba a zaga de su huella y ahora se encuentra sentada con Él en su trono, imagen y expresión de la Amada en el Amado transformada?[8]

Personalmente yo me inclinaría por verla ir tras la imagen del Resucitado porque los mártires, también como los Apóstoles, y ella lo hizo en Augusta Emerita, daban testimonio de su doctrina y de su Resurrección entre todos los pueblos.[9] 

Imagen del Resucitado de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo de los Remedios y Nuestra Señora del Mayor Dolor


En la ciudad de Mérida finales de febrero de 2011.











[1] Frase típica española para indicar que una persona ha sufrido grandes destrozos físicos y/o psíquicos
[2] ROPS, Daniel. La Iglesia de los Apóstoles y de los mártires. Luís de Caralt, Barcelona 1955, p. 192,
[3] PRUDENCIO, Aurelio. Obras Completas. Edición de José Guillén y de Isidoro Rodríguez. BAC, Madrid 1950.
[4]  ROPS, Daniel. Obra citada, p. 191:  “El martirio no fue así solamente un hecho político, consecuencia lógica de un conflicto entre una doctrina revolucionaria y un orden establecido. Fue un elemento fundamental de la Iglesia Primitiva, que se realizó en unas almas privilegiadas como un carisma, como la “Gracia de las Gracias”, y cuyos efectos sobrenaturales revirtieron sobre todas la comunidad de los hijos de Dios”.
[5] ROPS, Daniel obra citada, p.192.
[6] El “cáliz” que bebió Santa Eulalia en su martirio no fue un cáliz de agua como en el bautismo de Juan sino de “fuego y Espíritu Santo” conforme a las predicciones de Juan el Bautista. Este “cáliz”[6] es el mismo del que quisieron beber “los hijos de Zebedeo”[6] y del que bebió Jesús en la Cruz.: Véase HAMMAN, A.G, El martirio en la antigüedad cristiana, Desclée der Brouwr, Bilbao 1998, p. 204: “El mismo Cristo compara su pasión a un bautismo (Mc 10,38):Orígenes, 30; 37. Habla “del cáliz” que tiene que beber. Lo que evoca asimismo la eucaristía: Orígenes 28; 29, 40. Sobre la Eucaristía y el martirio véase también Carta 76,3.4”.


[8] HAMMAN, A.G. Obra citada, p. 204: “La imitación de la pasión de Cristo conduce al cristiano al reino prometido, de manara directa; Cipriano, C 76, 1, 6, 7; Orígenes, 36; 50”.
[9] CABROL, Fernand y LECLERCQ,  Henri.  Dictionnaire d´archéologie chrétienne et de liturgie. Tome X, 2ª parte. Librairie Letouzey et Ané, Paris,1932, col. 2360 y 2361. Adviértase que Cristo nunca habló del martirio a las gentes como tampoco se les manifestó una vez resucitado; la primera referencia pública del martirio la hace Tertuliano para quien al martirio no sólo están destinados por Dios los obispos y los sacerdotes, también los cristianos comunes, p. 45  ver HAMMAN, A.G, Obra citada; por su parte  San Cipriano de Cartag, su discípulo,  añade a los posibles mártires los niños,HAMMAM. A.G., obra citada, p. 145.

jueves, marzo 24, 2016

LOS JUBILEOS JUDEOCRISTIANOS Y EL NÚMERO 50.


Antonio Mateos Martín de Rodrigo.

A  D. Manuel Fabris, Pievano de la Iglesia Matriz de Santa Eulalia de Mérida  en Sant´ Eulalia di Borso del Grappa, Italia, que celebra el primer “Jubileo eulaliense"  en la primera iglesia erigida fuera de Hispania en el 1400 aniversario de su edificación.

A  D. David Martínez, párroco de la antigua catedral/prioral de Ntra. Sra de la Granada de Llerena, que también celebra su “Jubileo Mariano Granadiense”.

A  D. Antonio Bellido Almeida, párroco de la Basílica de Santa Eulalia de Mérida, en el año de su jubilación cuya iglesia celebra anualmente y “ad perpetuum” su propio Jubileo como “Basilica Menor”.

ANTECEDENTES HEBREOS DE LOS AÑOS JUBILARES CRISTIANOS.
LA SEMANA DE SIETE DÍAS.

Pero tú todo lo dispusiste con medida, número y peso (Sabiduría 11, 20).


El número 7 (6+1) dentro de la Liturgia y Teología hebraica es uno de los de mayor uso, importancia y trascendencia al constituir tanto su base numeral tanto real como simbólica.
Y todo porque Yavé “había creado  el mundo en seis días y al séptimo descansó” (Génesis 1, 1- 31).
En memoria y seguimiento de esta creencia se estableció entre los judíos la Semana Laboral y Religiosa que ha tenido su continuidad entre los cristianos que sólo cambiaron el Sábado por el Domingo al tener éste por el día de la Resurrección de Cristo (Mateo 28, 1-6).
Es pues, el Número 7 (6+1) el numeral base de la Teología y de la Liturgia Hebraicas así como de las actividades sociales y económicas, el cual, como sus múltiplos, subyace en numerosos y diversos episodios tanto del Antiguo como del Nuevo Testamentos.

EL AÑO SABÁTICO.


A una escala de tiempo un poco mayor, y análogo al de la Creación, había entre los hebreos otra Semana o Ciclo sabático intermedio, también de proclamación divina (Ex., 23, 10-12) a celebrar cada siete años, pero que no tenía más finalidad que la de ser un año de descanso para la actividad agrícola y el ejercicio de la caridad con los extranjeros(Lev. 25, 3-7).); por razones obvias este año sabático no podía incluir al ganado y a sus pastores. Consecuentemente en este Año sabático se imitaba de forma más prolongada, el descanso de Dios.

EL AÑO JUBILAR HEBREO.

El tercer Ciclo Sabático, basado en el número 7, era el Año Jubilar hebreo propiamente dicho, y es en el que se inspiran directamente los años jubilares católicos y ortodoxos ,ya que su fin es, además, el del Perdón de los Pecados o deudas para con Dios, es decir la Reconciliación.
Así, el Año Jubilar cristiano tiene su origen en una de las celebraciones litúrgicas principales del pueblo hebreo bíblico que se celebraba cada ciclo temporal finalizado de 49 años (7x7+1), es decir, cada cincuenta(Lev 25, 8).
A la postre, se convierte el 50 en el Número de Oro de la Teología y Liturgia judeo-cristiana (Cf. Mateo 18, 22).
El Jubileo o Año Santo hebreo habría sido establecido por Yavé en el Monte Sinaí antes de la llegada a la Tierra Prometida (Lev. 25, 2).
La denominación de “Jubileo” procede del vocablo “yobel” que significa  “carnero” ya que se anunciaba a través de los sonidos del cuerno de este animal (Lev. 25, 9).
Pero en el Cristianismo, al hacer la traducción al latín, San Jerónimo introdujo la consecuente significación de “júbilo”, por homofonía entre la palabra semita y su correspondiente latina: “iubilum”, grito de alegría de los pastores romanos; no obstante, la idea de tiempo de remisión y reconciliación no ha perdido su valor ya que es su función fundamental, al tiempo que proporcionar la alegría por el perdón.
Este año Cincuenta o Año Santo o Jubilar era una Fiesta de suma importancia y gran trascendencia social según el Levítico; era la Gran Semana de las Semanas judías, de forma que era la semana normal elevada al cuadrado (7x7 días +1), es decir, un Ciclo Sagrado de mayor consideración que los Ciclos de la Semana de Siete Días o del Año Sabático.
De aquí que el año 50 pasaba a ser como el sábado de la semana normal y del Año Sabático; es decir, un año de descanso para las labores agrícolas.
El Año Cincuenta o del Jubileo era un tiempo Santo que no sólo afectaba a la recuperación de la propiedad agraria endeuda, también a la libertad de los siervos de origen israelita que hubiesen caído en la servidumbre o esclavitud entre sus propios hermanos por causas económicas (Le. 25, 10); y en esta consideración se basa directamente el Jubileo cristiano.
El Año del Jubileo tenía como fin la recuperación de la condición de hombre libre para el hebreo caído en desgracia económica y social.
Así, el acreedor perdonaba las deudas a los deudores, los cuales recobraban la libertad o las propiedades tal como el hombre pecador respecto de Dios.
A continuación veremos su correlato con los Jubileos Cristianos.

EL PRIMER JUBILEO CRISTIANO, LA VIDA DE CRISTO.
Los números de la vida de los hombres son tras la expulsión del Paraíso 120 años (Gén. 6, 1-3); después del Diluvio estas expectativas de vida bajarían hasta los 70-80 años (Salmo 90,10), es decir, 50 años respecto al período anterior en el peor de los casos.
Según la Numerología Cristiana el valor de los años y de los días sería relativo para Dios; así, San Pedro establece su valor simbólico frente al real de días y años: Mas una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día (II Pablo, 3, 8).
Con esta cita espero hacer llegar a mejor comprensión esta interpretación de la Vida de Jesucristo como Jubileo subyacente en su tiempo biográfico o evangélico y expresado por Él mismo y conforme a la tradición profética hebraica.
En el Cristianismo el Jubileo encuentra su primera expresión al inicio del ministerio público de Jesús de Nazaret, con el anuncio del cumplimiento del año de gracia del Señor, tal como lo expresaba el Libro de Isaías (61,1-2).
Claro es que ahora no se trata de la liberación por razones económicas sino para la remisión de los pecados, originada por la promesa paradisíaca (Gén. 3, 15).
La proclamación de la Vida de Cristo como Jubileo se describe en el Evangelio de San Lucas (4, 17-21).
Ahora bien, si el Jubileo hebreo sólo estaba destinado para los judíos, Cristo lo universaliza a todos los seres humanos (Romanos 10, 12).
Por ello, si la Vida de Jesucristo es, pues, un Jubileo, el Jubileo por Excelencia, habremos de encontrar el número o la cifra simbólica 50 en ella.
En principio sumaremos sus treinta años de Vida Oculta, sus tres años de Predicación más su Semana de Pasión y permanencia en los infiernos(Hechos, 2, 30-32) con lo que obtendremos la cifra de 40.
Pero sólo hemos obtenido la cifra asociada a los Períodos de Purificación de “cuarenta Días o cuarenta Años”: los cuarenta días y cuarenta noches purificadoras del Diluvio (Gén. 7, 17), los cuarenta años de permanencia penitencial del Pueblo Judío en el Sinaí (Éxodo 16, 35), los cuarenta días de ayuno de Jesús en el Desierto (Mateo 4,2), los cuarenta días de la Cuaresma católica, etc.
Faltan, pues, 9 días para completar la cifra sagrada del sagrado número 50.
Estos días que faltan los proporciona directa y, exclusivamente, el Evangelio de San Juan.
a. El Primer día porque Cristo resucita el primer día de la semana judía, es decir el Domingo (Marco 16, 9), presentándose a María Magdalena a quien le anuncia que ha de subir ante el Padre y que de la Buena Nueva a los apóstoles (Juan 20, 27) a quienes se presenta a la caída de la tarde (Juan 20, 19 y ss.).
b. y los Ocho Días restantes ya que el propio Juan sitúa la segunda visita de Jesús a los Apóstoles tras el Domingo de Resurrección , ocho días después  (Juan 20, 26).
Y para que no haya duda de que se trata de un Nuevo Jubileo, y en una escala muy superior; es decir, para la remisión de los pecados para con Dios, todos los Evangelistas lo proclaman (Mateo 18, 28, Marcos 16, 15-20. Lucas, 24, 44-49)
En ese Quincuagésimo -“día” o “año” y/o viceversa- de su Vida Terrenal Cristo lleva a cabo su Ascensión a los Cielos dando por finalizada su presencia visible en la Tierra:
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él (Juan 3, 17).





Publicado en la Revista de Semana Santa de Mérida 2016.

En la ciudad de Mérida a 27 de febrero de 2016.