esta tarde he ido a mi hortal de Calamonte y, extrañamente, he pasado tanto calor que he llegado a sudar; al principio porque estuve atando ramas de rosales frente al sol cuando eran las cuatro y media de la tarde, luego cuando cogí la mula mecánica y comencé a matar las malas yerbas que ya comienzan a crecer - mi tierra es gran bebedora pero con tantas lluvias está enguarrechinada y las fresas no avanzan por sí mismas-.
Había nubes, algunas negras pero no parecía llover.
Y por otra parte la luz de la tarde me estaba indicando que ya debo comenzar el trabajo en el huerto tras haber podado los árboles; por tal he introducido en agua los rosales -de siete colores diferentes y de escasísima calidad- que he adquirido recientemente para plantarlos mañana mismo.
Tengo un manzano que no crece porque lo solapa un olivo y he decidido transplantarlo; ya veremos si soporta el cambio de lugar.
También he cogido los primeros limones tras la poda de rejuvenecimiento que le hice al limonero - el pobre quedó en un simple palo-; la primera vez que ví este tipo de poda extrema fue en Calamonte; entonces, hace ya muchos años, le hicieron lo mismo al moral de la estación de RENFE - el moral era el árbol típico de las estaciones del ferrocarril Mérida-Los Rosales y por tanto tienen su origen casi a finales del siglo XIX-.
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