era un niño que veía cómo tras los visillos el día siempre era de una claridad agradable, meridiana, perfecta; pero cuando abría la puerta para disfrutar de él el frío reinante le helaba el cuerpo, también el alma.- Adiós, decía el niño, y prometía que nunca más abriría aquella puerta.Pero aquel niño todos los días se situaba al alba tras los visillos y todos los días veía un día de una claridad agradable, mediriana, perfecta... heladora.
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