decía, en ocasiones tenía el tacto de una suave lana como prolongación de su piel o creía que el perfume de su cuerpo era como si el alba dijese buenos días; el amor, según sentía, era un niño pequeño cuyas primeras palabras fuesen una pizarra en donde escribir las palabras más bellas...
Pero un día, cundo el amor se hizo piel compartida y lágrima entrecruzada, entonces dijo que al amor podría ser un dulce resquicio del paraíso.
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