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Si me pidiesen que le hiciese a Teresa un retrato al óleo -mejor habría que hacerlo con pan de oro y de platino para darle sus colores proporcionados en el que hay que incluir los bellos destellos arcoirisados del más puro diamante- yo pintaría una marina del Océano Pacífico al amanecer: la mar en calma y la luz del sol naciente preñada de luz y vida; pero el sol no sería una circunferencia perfecta sino un círculo con forma de corazón del que nunca sale un dedo acusador sino siempre una mano amiga y solidaria.
Y es que Teresa se extiende entre los demás como la paz del amanecer tras una difícil noche de tormenta en el mar anunciando que la vida, la luz y la calma siempre vuelven y volverán por sí mismas.
Y es que Teresa se extiende entre los demás como la paz del amanecer tras una difícil noche de tormenta en el mar anunciando que la vida, la luz y la calma siempre vuelven y volverán por sí mismas.
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