podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

sábado, mayo 24, 2008

CAMILO JOSÉ CELA Y TORREMEJÍA.


Cuando Antonio Vélez Sánchez, es ex alcalde de Mérida, trajo a Mérida con gran ceremonia, boato, entusiasmo y protocolo a Camilo José Cela todo el mundo rojo celebró la ocurrencia; y cuando se planteaba ya la desaparición de las calles dedicadas a los personajes franquistas le puso Antonio Vélez Sánchez su nombre a una calle emeritense -en verdad ya hacía tiempo que había renegado del franquismo y hasta el Rey le había nombrado Senador Real-.
Yo siempre había creído que esa novela -La Familia de Pascual Duarte-, imposible en Torremejía como tampoco en Extremadura, había surgido de uno más de sus viajes según me hacían colegir mis conocimientos literarios.
Pero no, don Camilo, ahora me explico sus malos modos e ínfima educación, en su juventud fue soldado levantisco de gatillo enhiesto que formó parte de la denominada por la gente de izquierdas Columna de la Muerte.
Don Camilo fue uno de aquellos soldados, moros y legionarios, que tomaron Torremejía un mal día de agosto.
Y como literatura es literatura me lo imagino comido de piojos y empazurrado de gloria destructiva entrando en casa de mi tía Julia junto a un regular; y mientras el moro destrozaba lo último que quedaba del galufo él pisoteaba y hacía añicos todo lo que como enseres y vida encontraba en aquella casa abandonada apresuradamente por miedo (y como aún conservo el documento de la Dote o Hijuela de mi tía el día del Juicio Final se lo presentaré...).
Y mi madre, la menor de tres hermanos y huérfana, volvió a perder la última parte de su pobre herencia, siempre en merma, porque mi abuela, viuda, hubo de reponer, a su costa, los efectos de la barbarie del Cela y de su entrañable amigo, hermanados en la indecencia.

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