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Lo hermoso, por reflejo innato, es de la misma vitalidad que lo inmortal; por tanto el final no ha sucedido.
Claro que el principio se ha quejado de la escasa atención que le presté.
En verdad yo iba deprisa -demasiado, aunque sólo en apariencia-.
Pero aún en la zozobra viví intensamente la cercanía de aquella sublime Belleza.
Y es que en ninguna de las épocas del mundo encontré una mirada tan intensamente serena, fértil y llena que me hiciese creer que era uno de los últimos refugios desde los que se manifiesta el Dios del Bien.
El sueño, pues, continúa.
¿Cuándo podré pintarlo y perfumarlo?
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