Y mañana, hoy cuando acabe de escribir, seré tú.
Yo entimismado y
entisiasmado, claro, por supuesto, no iba a faltar más.
Pero lamentaré que mis manos no puedan ser tus manos, que tu mirada no pueda ser sustituida por mi mirada o que tu bonanza elimine mi ansiedad.
No; oficialmente seré tú; pero realmente seré, rotundamente, un desvalido mimo ciego y sordo y seco y estúpido... imitando el silencio, la nada y el blanco esqueleto -por tu ausencia-.
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