podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

martes, mayo 06, 2008

MI MAYO DEL 68, I.



Entonces, mayo del 68, yo tenía la edad perfecta, la más hermosa, la que más flores saca enhiestas: los doce años...; el final de la edad de los juegos en la puerta de casa y el comienzo para vislumbrar el universo; allí estaba, en mi lugar de nacimiento, todo lo que luego me he encontrado y todo lo que luego he conocido: por la calle ancha iba ella, seria, muy risueña; en las piedras baratas había una galaxia y ella era la estrella que más alumbraba en mi mirada.

Entonces yo tenía la edad perfecta: un portazo a la infancia y ya para siempre hombre -extraoficialmente ya lo éramos desde primero de bachillerato-.
Entonces yo tenía la edad perfecta: doce años.
Y entonces se abrió el universo: había un patagoma que corría mucho y atizaba de las peores maneras no con vergajos -hechos de picha de toro según la leyenda infantil- pero nosotros no pretendíamos cambiar el mundo, sólo usarlo con alegría y desparpajo; había un peor muy entrado en laboriosa religión que, haciendo realidad la leyenda de los judíos malos, crucificaba niños a patadas o a palmetazos, o a...; pero en mi alma había flores, todas las flores que seis años antes, en el paso anterior, me había robado un presdigitador que hacía sus desgracias con guadaña en mano sobre las flores más bellas; pero, de repente, quise ser mayor, quise ser hombre -entonces, como en el caos primigenio, todo se encontraba confuso y confundido, inconsciente, desorientado... y áun a mis cincuenta y dos años no he superado del todo el Caos (dicen que es señal de vida) -.
Y entonces me fuí al Templo de la Vida a discutir también sobre la muerte y a preguntar por qué la guerra de Vietnam, por qué todos los padres no ganaban lo suficiente para que sus hijos tuviesen un bocadillo o pudiesen comprar figuras del belén, o fuesen al colegio de la granada en vez de ir a las escuelas nuevas o por qué iban al comedor de auxilio social o por qué a los tontos del pueblo se les emborrachaba o dejaba emborrachar -luego deduje que aquellos tontos eran deficientes sin padres, desgraciadamente nada eficientes...-.
Y es que en el Templo de la Vida había muchos mercaderes y mercenarios, y no sólo en los atrios; también habían los mercaderes y los mercenarios penetrado en la Sancta Sanctorum.
Y aquel Mayo no sólo trajo flores a la cruz de mi calle; por cuanto adoquín que arrancaban los estudiantes parisinos surgía una flor.

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