Y todos los días el sol amanece porque necesita de tu mirada; sí tus ojos le prestan su brillo -y a tus parpadeos los transforma el sol en bellísimos eclipses de luna-; y hasta con tus leves enfados el sol hace sombras mientras que con tus labios enciende el calor de la tierra; también sé que con tus pechos amamanta de vida toda la Naturaleza de la Tierra.
Y además, me lo ha confesado el mismo sol, que él se mueve con tanta gracia porque se ha fijado en tu andar candencioso, elegante y gracioso.
Y aún me ha confesado que puede descansar a la caída de la tarde porque reposa sobre tus hombros dejando dormir en tus espaldas sus rayos dorados.
Sí, sí que el sol se despierta todos los días y cada día para tomarte como sencillo y bello ejemplo de vida; por ello quisiera el sol tenerte, más que a su lado, dentro de sí mismo.
Y creo que ha satisfecho su pretensión; y tú eres ya el mismo Sol; y lo sé porque el trabajo de mis manos depende de tu luz pero cuando intento alcanzarte se me abrasa el alma.
Por ello seguiré girando, girando, girando a tu alrededor que, en buena lid amorosa, es giramándote.
TU TIERRA, siempre agradecida.
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