podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

viernes, junio 27, 2008

ESTA NOCHE PREGÓN EN EL BARRIO, UN JOVEN CON CIENTO TREINTA AÑOS Y EL GERMEN POBLACIONAL DE LA MÉRIDA ROMANA CON OTROS CINCO MIL.


En la ciudad por la que se oculta el sol según Aurelio Prudencio Clemente, el poeta que introdujo a la mujer -a través de Santa Eulalia de Mérida- en la Poesía -que era tanto como intrudicirla en la Literatura y, si se me apura, en la vida misma-, en la ciudad de Mérida y concretamente por el lugar augustoemeritense por el que se oculta con belleza inusitada el sol he sido invitado a pregonar su feria por su Presidente, Valeriano prida, un viejo luchador del Movimiento vecinal emeritense.
Gran honor para quienes no estamos acostumbrados a estas lides y para quienes nos gusta más la intimidad de internet; pero obras son amores aunque lo malo es que en el escenario habré de estar a la altura de Pepe Caballero, de Fernando Delgado, de José Luís Mosquera Müller, etc. etc.
de cualquier os transcribo el tema del central del pregón sobre este lugar que, si no hubiera sido por la necesidad de situar el Puente Romano en el mejor vado de la zona, hoy sería el centro de la Ciudad.

PREGÓN:
EL BARRIO, UN JOVEN CON CIENTO TREINTA AÑOS Y EL GERMEN POBLACIONAL DE LA MÉRIDA ROMANA CON OTROS CINCO MIL.
Antonio Mateos Martín de Rodrigo.

Buenas noches, estimadas autoridades, presidente, convecinos, amigos; en fin buenas noches emeritenses todos.

Hace como un mes que vuestro presidente, Valeriano Prida, un hombre que ha sido fundamento y aún es pieza fundamental del Movimiento Ciudadano emeritense, me invitaba a pregonar en vuestras fiestas o Semana Cultural; teniendo en cuenta mi propensión natural a estar más frente a una máquina de escribir o frente a la pantalla del ordenador la invitación me inquietaba; máxime cuando no sabía a ciencia cierta el desarrollo y los límites del pregón que merecéis; pero como quiera que fuera de mi calle y de los lugares propios de Santa Eulalia, sea vuestro barrio el lugar emeritense que más he pisado y mejor conozco intentaré poner, al menos, todo mi cariño en este pregón y os contaré, aunque brevemente, una historia, la bonita historia de vuestro barrio con la inclusión de algunas de mis relaciones personales con él.

Y esta brevedad me la agradeceréis además por el intenso calor que estamos sufriendo.

A quienes además de sangre nos corre por las venas y el alma la carbonilla de los viejos y desaparecidos trenes de vapor El Barrio de Mérida nos sitúa en una especie de agradable Paraíso de los Recuerdos; pero su importancia para mí no sólo es porque en sus orígenes y fundamentalmente fuese la barriada de los ferroviarios a cuya familia pertenezco desde mi bisabuelo; en El Barrio de Mérida además nació mi esposa, concretamente en la calle Adriano, y se crió su madre, Isabel García Ruiz, lógicamente de familia ferroviaria; además la primera casa en la que entré en Mérida se situaba en la calle Calvario; incluso un primo hermano mío tenía su aguja, ya desaparecida, junto al Milagro Gordo; de éste, que debería ser vuestro símbolo, se decía que era tan resistente que ni la poderosa Compañía del M.Z.A. había podido con él; también desde Calamonte en la década de los años setenta acudía yo al Barrio una vez al mes al Economato de RENFE situado en La Carretera, según la antigua denominación popular de la Calle Marquesa de Pinares; incluso las primeras casas emeritenses que vieron mis ojos fueron las vuestras, claro desde el tren, el cual para evitar el vuelco en su inverosímil y casi imposible curva, te ofrecía y aún te ofrece su vista a cámara lenta.

Y cómo no el primer emeritense que conocí, en mi natal ciudad de Llerena, siendo ambos unos críos de siete años, era hijo de un revisor; se llamaba Damián como su padre y vivía en este barrio; por último grato recuerdo diré que aquí en casa de mi amigo Jesús Vinagre, en la calle Duque de Salas, hice mi primera pitarra allá en el año 2003.

El Barrio, que era la parte que la historia aciaga y triste de nuestra ciudad había destruido y convertido en tierra de labor -sólo en la Semana Santa regresaban a él los emeritenses para hacer sus estaciones de penitencia-, como muestra de que era una prolongación natural de la ciudad romana cuyas casas habían ocupado una gran parte de su solar, es la única barriada emeritense que carece de nombre; consecuentemente era como el miembro amputado que, milagrosamente, volvía a crecer como una parte más y propia de la ciudad.

Bueno, en realidad sí tuvo nombre: Pedro María Plano lo denominó en 1892 como el Barrio de la Trinidad; pero esta denominación oficial, por una de sus dos ermitas aquí existentes, no prosperó.

Así El Barrio volvía a crecer y a resurgir de la mano y obra de otro milagro que llevó directamente tanto a España como a Mérida a la modernidad en el siglo XIX: el Ferrocarril.

La primera línea ferroviaria que llegó a Mérida fue la de la Compañía del Ciudad Real-Badajoz cuyo tramo entre Mérida y la capital provincial fue inaugurado el 2 de octubre de 1864.

El ferrocarril trajo numerosas gentes, y éstos, antepasados de muchos de los que aquí viven, venían en su mayoría de Ciudad Real, de Córdoba y de la Siberia Extremeña o de la Serena; y con ellos vendrían no sólo un fuerte impulso poblacional o las berengenas en vinagre y otras delicias culinarias manchegas; también, insisto, el milagro que hizo recuperar a la antigua ciudad romana su parte perdida desde el siglo XI en el que su precedente musulmán como barrio desapareció -pero aquel barrio de época musulmana sí fue un barrio como tal ya que se encontraba fuera del recinto amurallado de la Marida hispanomusulmana-.

Y en 1878, ahora hace exactamente 130 años, que al arrimo del nuevo Ferrocarril de Mérida-Sevilla o más exactamente del Mérida-Los Rosales, fue cuando oficial y legalmente surgió vuestro Barrio para dar casa habitación a los trabajadores del ferrocarril y a quienes, a su arrimo, les ofrecían sus mercadurías; a título de ejemplo referiré a los Vinagres, ceramistas, procedentes de Salvatierra.

Pero el Barrio es algo más que el miembro amputado que vuelve a crecer del muñón de la ciudad romana perdida; es uno de los núcleos fundacionales, el más importante y completo, de la Augusta Emerita romana; aquí se situó un poblado prerromano, un castro, es decir una pequeña población fortificada, en la época del Calcolítico o Edad del Cobre, hace unos cinco mil años, aprovechando el cerro y la añadida defensa natural de los ríos Guadiana y Albarregas.

Por cierto es necesario que sepáis que de no haber mediado la necesidad de situar el Puente en el vado más propicio de esta parte del Guadiana el cerro del Calvario habría sido el centro de la ciudad erigida por los romanos. Y es que, como ya estableciese José María Álvarez Martínez, el trazado del Puente determinó el lugar del centro de la ciudad romana.

Sin embargo a partir de la construcción de las tres líneas de ferrocarriles que confluían en la ciudad El Barrio fue a convertirse en la fuerza modernizadora de la Mérida del siglo XIX y principios del siglo XX; los ferroviarios impusieron nuevos referentes sociales, políticos, sindicales y culturales; y con esto respondo a mi amigo José Caballero Rodríguez sobre el por qué Badajoz no tuvo el mismo progreso cultural de Mérida respecto, por ejemplo, del cinematógrafo: en Badajoz al estar muy lejos su estación de la ciudad los ferroviarios formaron una barriada ajena al centro de la ciudad, la de la estación, como también se denominó en Zafra por dicha lejanía; pero en Mérida no sucedió lo mismo; por ello los ferroviarios emeritense sí se integraron e integraron directamente su pujanza económica y su vitalidad en el tejido económico, social, político, sindical y cultural emeritense transcendiendo su proyección fuera de la ciudad; consecuentemente a través del Barrio (algún problema problema impide pegar el texto tanto en esta como en otra entrada).




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