
Pues sabrás, querida Ástere, que no me explico por qué el Cielo está tan lejos y que , como los ángeles, tiene alas; pero alas ascendetes que no sirven para aterrizar suavemente sino para encielarse bruscamente -es decir alejarse- más y más.
Un día de estos le diré a Dios que, sin embargo haga una excepción -y aunque Dios no juega a los dados sí señala con el dedo benefactor- y que os enseñe a las estrellas a poneros, al menos, en cuclillas.
O lo mejor será que yo me transforme en fuego de artificio y me lance al cielo.
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