Cuánta batallita, cuántas dataciones, cuántas épocas, cuántos períodos, cuántos personajes, cuántas generaciones, cuántas dinastías, cuántas culturas, cuántas civilizaciones, cuánta sangre derramada, cuántas vidas...
Pero tú y el griego y el chino o el indio americano, el de hace 500 mil años o el de ayer o el de mañana tenéis algo en común: os miráis en el mismo espejo y véis por los mismos ojos y os late el mismo corazón; buscáis la misma brisa para el alma y la misma inteligencia para la mente y el mismo sosiego para el movimiento.
No sois distintos sólo distantes, aparentes, bienparecidos y bienencontrados, autobienvenidos, siempre, por siempre, para siempre, desde siempre, hasta siempre -la diferencia es nanométrica ¡¡¡como nuestra inteligencia¡¡¡-.
