podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

lunes, marzo 17, 2008

“IMAGEN DEL PRIMER ALMA EMERITENSE LLEGANDO AL CIELO”: EL ORANTE DEL COFRE DE SAN PEDRO EN EL MUSEO NACIONAL DE ARTE ROMANO.



Antonio Mateos Martín de Rodrigo.

INTRODUCCIÓN.

El Evangelio de Mateo recoge dos dramáticos momentos marineros de los apóstoles resueltos satisfactoriamente por el propio Jesucristo: en el primero (Mt. 8, 23) súbitamente se desencadena una tempestad mientras Jesús viaja dormido profundamente en una barca acompañado de sus primeros
discípulos; éstos, por contra, despiertos y, por tanto, aterrados; en el segundo pasaje (Mt,14,22) se repite la tempestad y Jesús, caminando sobre las aguas, vuelve a salvarlos mientras invita a San Pedro a caminar sobre ellas, sin duda es como un anticipo de su futura labor salvadora en tanto que “pescador de hombres”.

Nos encontramos, pues, ante las primeras exposiciones evangélicas de Jesucristo no ya sólo como taumaturgo o sanador de vivos y muertos; de forma expresa Él se manifiesta como “señor de los elementos”, es decir como Dios al tiempo que es admitido como Tal por sus discípulos...; e insisto: a bordo de una barca y sobre el mar.

Porque los primeros cristianos vivían fuertemente referenciados por el agua y sus males hasta el extremo de que San Pedro fundamenta el mundo sobre ella[1] y equipara los tiempos de Jesús con los tiempos de Noé previos al castigo divino.[2]

Cabe también otra lectura más divulgada: como si de nuevos “noés” se trataran Jesucristo y San Pedro podrían interpretarse como la Iglesia en tanto “barcas salvadoras”; de hecho la vida del cristiano dentro de la Iglesia está considerada popularmente como una singladura náutica.

Ahora bien si tenemos en cuenta la Escatología petrina el barco como símbolo de la futura salvación traza una evidente contradicción ya que en palabras de San Pedro “los cielos y la tierra presentes, por esa misma Palabra, están reservados para el fuego (2ª,3,7”); sin embargo, ante la insistente presentación simbólica de Jesucristo como “Pez” en las catacumbas o la encomendación a San Pedro de “Te haré pescador de hombres (Mateo, 4,19)”, explicaré cómo encontré al “primer alma emeritense llegando al Cielo” a través de un singular barco en forma de arca o cofre.

EL ARCA DE NOÉ DEL MUSEO NACIONAL DE ARTE ROMANO SEGÚN JAVIER ARCE.

Existe en el emeritense Museo Nacional de Arte Romano, entre sus muchas singulares piezas, una también extraordinariamente singularísima por la fecha y el contenido que le atribuye su último investigador: Javier Arce; Arce,[3] la sitúa a mediados del siglo III por creer que una de las figuras simboliza a Noé dentro de su arca[4] y las otras una escena que sucede en el Paraíso o Cielo cristiano; ésta se corresponde, según su irreprochable interpretación, no con la Fracción del Pan sino con el Banquete Celestial..[5]

Consecuentemente nos encontraríamos ante una de las primeras lápidas cementeriales de las primeras “areas” cristianas o cementerios de Mérida anteriores al de Santa Eulalia y contemporáneos, por tanto, del obispo libelático Félix en quien se inicia la historia documentada del Cristianismo emeritense; de aquí el título, cariñoso y lúdico, de esta colaboración: “IMAGEN DEL PRIMER ALMA EMERITENSE LLEGANDO AL CIELO”.

De conservarse la primera fecha, posteriormente Arce también la data alternativamente a principios del siglo IV,[6] nos encontraríamos por ambas dataciones ante otra especial singularidad de la pieza: la de ser el primer testimonio hispano del Cristianismo no sólo en la ciudad de Emerita, posiblemente, también de la Historia del Cristianismo en las Hispanias; al mismo tiempo también sería la constatación arqueológica del considerado primer documento escrito de la Iglesia en las Hispanias, la Carta de San Cipriano, que hace referencia a la existencia de cementerios u “horti” cristianos.
La pieza, de mármol y que sirvió de lápida a un sarcófago, tiene una larga y rica historia de interpretaciones; Arce hace relación de Gómez Moreno, J. Pijoan, Mélida, Paris, Lantier, García y Bellido, Vermaseren, Bovini -para quienes tendría procedencia mitraica según inició Mélida-, Mosquera Müller-quien entiende que es un simple banquete funerario idolátrico- y Batlle -que interpreta por vez primera a nuestro personaje como Noé y, por ende, la lápida con origen cristiano-; sólo Schlunk, según Arce, vio aquí “la figura del difunto”.[7]

AMEJORAMIENTO DE LAS INTERPRETACIONES DE BATLE, DE JAVIER ARCE Y DE SCHLUNCK: LA FIGURA CORRESPONDE A LA REPRESENTACIÓN DEL ALMA DE UN DIFUNTO EMERITENSE LLEGANDO AL CIELO.

Ahora bien, si no fuese porque el presunto Arca de Noé tiene dos cerraduras y porque la escena paradisíaca se corresponde con una de las más inequívocas simbolizaciones del Paraíso cristiano, el Banquete o Refrigerio,[8] no rechazaría fácilmente la primera figura como correspondiente a Noé en su Arca tal como hace Javier Arce; pero él mismo nos pone en el camino al interpretar el banquete como Banquete Celestial.

Pero es que la figura de Noé a bordo de su arca, además de no llevar impreso su nombre, no es el modelo tipo sino un caso particular de las representaciones de Orantes; y Noé es un orante singular pero no el único ni el de mayor jerarquía.

Las Orantes, transcribo a Pératé, son las figuras más representadas en las catacumbas romanas; y en ellas existen dos tipos: los de procedencia veterotestamentaria como Noé, salvado del diluvio, Isaac del sacrificio de su padre, Daniel de los leones, Jonás de la ballena e incluso la doncella Susana de la maledicencia, todos en actitud de rendir gracias a Dios por su particular salvación – y en bastantes ocasiones aparecen todos juntos representados-(75).

Pero existen en las catacumbas romanas otro numerosísimo número de “orantes”, en solitario las más de las veces como en nuestro caso, que simbolizan, no el retrato del difunto, sino directamente el alma del cristiano muerto al llegar al Cielo; así lo interpretaba Benedicto XVI cuando firmaba sus trabajos como Joseph Ratzinger: “ Según los estudios más recientes, la Orante no representa a la Iglesia en oración, sino más bien al alma que ha entrado en la gloria celestial y está en pie ante la faz de Dios”.[9]

En palabras de Pératé: “Ella [el alma] está representada en actitud de oración, porque el alma feliz, el alma libre de las pruebas de la vida, tiene el deber de interceder por los que quedaron aquí. “Vive en Cristo y ora por nosotros.- Vive en paz y ruega por nosotros.-Que tu alma repose en Dios, ruega por tu hermana.- Que tu alma repose en Dios, ruega por tus padres”. Así se expresan- continua Pératé- frecuentemente las inscripciones funerarias. Pero el alma es además representada en oración porque tiene necesidad de ser asistida para presentarse al tribunal de Dios. Pronto descubriremos cómo los pintores de las catacumbas concibieron la gran escena del Juicio del alma y de la intercesión de los santos”[10]

Y es por esta razón intercesora[11] que, personajes catalogados oficialmente como “santos” por todos los cristianos, hagan presencia conjunta en los frescos de las catacumbas –evidentemente la no presencia de mártires postevangélicos como mediadores indicaría la notable antigüedad de los enterramientos-.[12]

En realidad muchos de estos “noés” tienen nombre propio tanto masculino como femenino: IVLIANA[13] o CAESIDIUS FAUSTINUS[14] y la fórmula del específico “descanse en paz” cristiano: BONAE ANIMAE IN PACE (alma buena descansa en paz);[15] sin embargo, con independencia de su género, su imagen es siempre femenina por representar al alma ya separada del cuerpo.[16]

La interdependencia de y entre las escenas de la lápida emeritense, también su posición a la izquierda, determina que el “Noé” de Arce es, según la simbología cristiana primigenia, “un alma”, la de “un cristiano emeritense” del siglo III o principios del IV, “que llega al Paraíso celestial desde su comunión vital con la Iglesia”; ésta simbolizada por el cofre, arca o la piedra cúbica, emblema de San Pedro, el primer papa, y, por ende, de la misma Iglesia.

De hecho, en palabras de Pératé, ya “en la literatura del siglo III, el arca se ha convertido en la imagen de la Iglesia, que lleva al cristiano regenerado por las aguas del bautismo.”[17]
La clave, pues, de mi interpretación es que en los símbolos cristianos hay reglas de interrelación y orden; de hecho, como si de un escrito se tratara, la lápida se lee de izquierda a derecha.

Esta idea paradisíaca del cristianismo emeritense primigenio perduraría hasta la época visigoda; entonces apareció una descripción más detallada de cómo era el Cielo según los cristianos emeritenses del siglo VII;[18] a su través podemos interpretar la presencia en este bajorrelieve de un servidor, de San Pedro, de tres almas ya participantes del convite celestial y del mismo Jesucristo.
Por otra parte Noé nunca ha sido asociado a la vida paradisíaca sino a la supervivencia humana en la tierra; además, la aparición de Noé y de los personajes veterotestamentarios obedecería, según ya hemos dicho, a un requerimiento, acaso compulsivo, de su medianería espiritual.[19]

Por contra a San Pedro, como símbolo en sí mismo y epítome de los vicarios de Jesucristo en la tierra, sí se le ha considerado portero y antesala del cielo; y esto hasta el mismo extremo de que él y sus continuadores tienen en su “escudo de armas” dos llaves;[20] estas llaves petrinas son las que se corresponderían con las dos cerraduras de este Arca, Arcón, Baúl o Cofre, “cúbico”.

El Arca de San Pedro del emeritense Museo Nacional de Arte Romano es un cubo como el propio Jesús[21] o Pedro son “cubos”; San Pedro fue propuesto en los Evangelios como un cubo al considerarlo el propio Jesús como una Piedra sobre la que edificaría su Iglesia;[22] consecuentemente San Pedro, como su propio mentor, es la piedra fundamental y angular, generalmente cúbica,[23] de un singular edificio que es la Iglesia ya como institución espiritual o como edificio concretado en cualquier templo cristiano y en la que encajan las llaves que abren y cierran las puertas del Cielo en donde se celebra el Banquete celestial.
De cualquier forma si realizamos el “desarrollo” plano del cubo, según lo entienden los geómetras, vemos que San Pedro y también Jesucristo como “cubos” trazan o “desarrollan” el plano de sus propios instrumentos de muerte, la cruz; a la par dibujan tanto el instrumento de la resurrección del cristiano como el plano de los primeros templos o iglesias cristianas. [24]
Pero ¿de dónde viene la lectura lógica de Javier Arce que le conduce a interpretar al alma llegando al cielo como Noé?
Según la doctrina de la Iglesia esta tierra y estos cielos están reservados para ser consumidos por el fuego “en el día de la ira” como antes lo estuvieron reservados para ser consumidos por el agua; ya he dicho que San Pedro, al respecto, fue expresamente claro.[25]
Sin embargo, insisto, la Iglesia siempre ha recurrido al uso profuso de símbolos náuticos

hasta el extremo de considerar la Historia como una singladura náutica.

El ejercicio de San Pedro como pescador en las aguas fogosas del fin del mundo desde la Iglesia Universal se contrasta de una parte por la forma de nave de las iglesias:[26] así la zona destinada a los fieles recibía la denominación de nave propiamente dicha por su propia forma.[27]

De otra parte se contrasta por el nombre mozárabe[28] de la parte más noble de las primeras iglesias cristianas públicas: el ábside de las basílicas.

Pues bien, el Ábside, también conocido como “Concha”, en época mozárabe era denominada “Comçal” es decir “aguamanil”, “ampolla para beuer”, “barril”; “jarro de vino”, “vaso de barro” y que en el B. Lat. tenía el sentido de “barreño, aguamanil y jarro”.[29]

Es decir el ábside o concha sugiere la Iglesia también como un instrumento para desaguar los espacios inundados o preservarlos de la inundación; ahora bien si entramos en una basílica primitiva y observamos el ábside o concha nos persuadiremos rápidamente que nos encontramos ante una representación del Paraíso Celestial o de la Jerusalén celeste, lugar de salvación; así lo indica directamente el conjunto de las representaciones de los mosaicos de sus paredes y su modelo el Cielo según el Apocalipsis.[30]
Además si el observador sitúa mentalmente el ábside -insisto, símbolo del Cielo- al revés imaginará que pudiera ser una enorme copa analógica del banquete celestial o del cáliz en el que el sacerdote transforma el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, los cuales bebe y come el fiel como anticipo del Banquete o Refrigerium celestial.

Y es que la Historia de la Humanidad, según el Cristianismo, está determinada por la “consumición” de determinados “alimentos”; es decir los momentos más transcendentes de la Historia humana, los de la muerte y la inmortalidad, se basan en el uso de ciertos “alimentos”; así “la manzana prohibida” fue el “veneno mortal”(Gén.,3,6) y la carne y la sangre de Jesucristo es su “antídoto” espiritual, de forma que la Comunión es adelanto terrenal del Refrigerium o Banquete celestial una vez salvada el alma humana de “las asechanzas de las aguas” a bordo del Cofre de San Pedro que es la Iglesia: “ Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo […] En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día. Juan, 6, 48-54”.

En la ciudad de Mérida a 13 de enero de 2008.


[1] 2ª Epístola de Pedro, 3, 5-7

[2] 1ª Epístola de Pedro, 3, 18-21.

[3] es este el trabajo de mayor valor historiográfico realizado a finales del siglo XX para la Historia del Cristianismo emeritense e hispano: ARCE, Javier, “Noé en Mérida (Augusta Emerita)” en MÉRIDA TARDORROMANA(300-580 d. C).Cuadernos Emeritenses, Museo Nacional de Arte Romano, Asociación de Amigos del Museo y Fundación de Estudios Romanos, Mérida, 2002,

[4] Íbidem. p. 155.

[5] Íb.,pp.159 y 160.

[6] Íb.

[7] Íb., p. 154

[8] LECLERCQ, Henri, “Refrigerium” en Dictionnaire d´archéologie chrétienne et de liturgie, XIV, 2, CABROL, Fernand y LECLERCQ, Henri (dir.), París,1948, col. 2179 y ss.

[9] RATZINGER, Joseph, El Espíritu de la Liturgia, Cristiandad, Ediciones Cristiandad, 2001, p. 221.

[10] PÉRATÉ, André, L'Archéologie chrétienne ou précis de l´histoire des monuments religieux, Alfred Mame et fils, Tours, 1871, p. 77, traducción del autor.

[11] Íbidem, p. 74: “Penetremos ahora en el más profundo de este simbolismo armonioso que tiene su origen y su fin en las figuras unidas de la Orante y del Buen Pastor; de suerte que se podría formular así la invocación que traducen estos frescos agrupados en conjunto: “¡Oh¡ Señor, ¡0h¡ Buen Pastor, libra al alma de tu siervo, este Orante aquí representado, como tú has librado a tus siervos Noé, Isaac, Daniel y Susana, Job y Jonás, y a todos los que acompañan sus imágenes”, traducción del autor.

[12] véase LECLERCQ, Henrí, “Maxime,(Catatombe de)”, en obra citada, Tomo XII, 2ª parte, Paris, 1932, cols. 2777y 2778.

[13] PÉRATÉ, André, obra citada, p.102.

[14] Íbidem., p.76.

[15] Íb.

[16] Íb. Pératé basa su interpretación en las Actas de Pedro y Marcelino o de Santa Cecilia, p. 76.

[17] Íb., p.102.

[18] CAMACHO MACÍAS, Aquilino, “La muerte del niño Augusto” en El Libro de las Vidas de los Santos Padres de Mérida, Mérida, 1988, pp. 86 a 88 y el artículo MATEOS MARTÍN DE RODRIGO, Antonio, “El paraíso celestial: de su acceso e interpretación emeritenses” pp. 164-169, Revista Oficial de Semana Santa, Junta de Cofradías, Mérida, 2003.

[19] PÉRATÉ, André, obra citada, p. 74.

[20] Mateo 16, 19. “A tí te daré las llaves del reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra será desatado en el cielo”.

[21] Efesios, 2, 19: “Así pues, ya no sóis extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios; edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor[…]”

[22] Mateo, 16,18: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella”.

[23] según la REAL ACADEMIA DE LA LENGUA,Diccionario de Autoridades, III, Gredos, Madrid, 1990, voz “Piedra Fundamental”, p. 266 ésta, según determinación arquitectónica, ha de ser quadrada y angulár, y de ordinario pequeña [también ochavada y cincelada]);

[24] las cruces latina y griega, immisa (+) y commisa o patibulata(T) respectivamente.

[25] 2ª Epístola de Pedro, 3,5.

[26] MARTIGNY, Abate, Diccionario de Antigüedades cristianas, Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1894, p.364.

[27] WINCKELMANN, Johannes Johachim, Historia del Arte en la Antigüedad seguida de las Observaciones sobre la Arquitectura de los Antiguos, Aguilar, Madrid 1955, p. 1157: “El interior de estos templos era llamado nave, por las bóvedas, que los antiguos comparaban con la carena del navío”.

[28] F:\Documents and Settings\Administrador\Mis documentos\la basílica como imagen de la Jerusalén celestial.htm

[29] SIMONET, Francisco Javier, Glosario de voces ibéricas y latinas usadas entre los mozárabes , Madrid, 1888, p. 124.

[30] Apocalipsis, 4 y 6,9.

Artículo publicado en la Revista Oficial de la Semana Santa de Mérida, Marzo, 2008.

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