domingo, el principio a la caída de la tarde y entonces ya de noche; rojos y blancos y cientos de lagartos rojos...
aún no me huele a cantueso y las palmas de los niños anuncian muerte de sangre y de dolor...
en aquel tiempo no existía este arco, primero llamado con el nombre del patrono de la cruz lagarta, después denominado con el de Trajano como intentando hacer de aquí al primer emperador hispano.
domingo de palmas y entrada triunfal en Jerusalén;
e iba a bordo de una burranquilla o de una burrilla o de una borriquilla (hasta en las denominaciones somos aún exhuberantes y barrocos -acaso retorcidos por el dolor que trae el futuro...-)...
(que el Verbo no podía ir cabalgando más que a la altura de los ojos de aquellos que le miraban y como esperpento de las realezas humanas)
Los niños saben a dulces caramelos de la mártir; pero ¿quién de ellos amargará mañana como bala de fusil o escondiendo el pan o encareciendo el aire impoluto?
El Cristo, por reverencia no va a ahorcajadas en los cuartos traseros, da la espalda a la gloria humana erigida en tiempos de Tiberio y se dirige a repetir, con más boato, su muerte y resurrección paseándose por las calles.
Los Cristos ahora toman las calles y ¿toman los corazones?
La eternidad no es cuestión de estirar los días con bálsamos y cirugía; la eternidad es primero deshacerse en muerte....
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