O DIOS DECLARÓ SU AMOR A ADÁN Y A EVA CON EL MEJOR RAMO DE FLORES.
He ido al Génesis, Adán puso nombre a los animales y a la primera mujer (Gén., 2, 20 y 23), y he comprobado que a las flores nadie le impuso explicitamente nombre o mote.
Sería pues Yavé el moteador o nombrador y consecuentemente sería muy interesante rescatar aquellas palabras para por su semántica, fonología y demás fenómenos lingüisticos conocer algo más de la Psicología de Dios -la Teología y la Teodicea ya no dan para más-.
Muy platónico solonita yo, para el tal menester yo no eligiría las lenguas camito-semitas sino me iría al griego que, además, da nombre, acaso por debida y acorde redundancia, a la flor de los yogures.
El Lenguaje de las Flores comenzó ya de forma muy madura y fatal -por sus frutos los conoceréis, dijo Jesús-; fueron sus frutos manzaneros con los que comienza la Historia de la Humanidad que es la Historia de la Alimentación y sus perniciosos efectos secundarios -cuál fue la variedad-; Adán y Eva le dieron un bocado a la manzana y ¡zás¡... sin comenzar la digestión ya les produjo colesterol y azúcar entre otras microelementos mortales. Sin duda ha debido ser el bocado más amargo de toda la historia de la Humanidad - y todo porque no había copero-.
El Lenguaje de las Flores no tiene la alta consideración del Lenguaje de los Pájaros que era el que hablaban los dioses -de hecho yo cuando quiero hablar con ellos les suelto un pájaro que, lógicamente, saco de mi cabeza-.
[yo no sé si lo sabes pero mírate en un espejo y verás que cuando hablas tu labio superior imita el vuelo de un pájaro...; por contra cuando hablas puede que el olor de tu boca recree el olor del averno o demuestre que tú ya no estás en el ramo de Dios...]
El Lenguaje de las Flores, según parece, sería cosa de enamorados; claro que entonces Dios sería el más amante y los hombres los más amados al entregarle Yavé a Adán y a Eva el más grande y bello ramo de flores: el Paraíso de Hedén que era Huerto de Recreación.
Claro que aquel cuento de bellas flores sin cuento acabó como deben acabar los antiguos cuentos: ellos fueron felices y a nosotros nos dieron en las narices (véase cualquier telediario, parte o noticiario).
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