En mí aún no ha desaparecido el niño que fui; brota en ocasiones y entonces me da por ponerme a jugar; y juego a que el aro me obedezca y vuelva hacia mi tras lanzarlo -rizando el rizo hasta lo lanzo hacia arriba y consigo el efecto pese a rebotar en el suelo-; o me monto sobre un mínimo triciclo y me paseo ufano; o pongo mi cuerpo en vertical perfecta en las paralelas; o cojo cualquier cosa y la transformo en mil posibilidades: así a alguien que sufre las molestias de los gases le ato un hilo a la muñeca y la transformo, con todo el cariño del mundo, en un globo.
Claro que sólo juego con los niños y a ninguno discrimino por su edad.
Y no es que padezca del Síndrome de Peter Pan; creo que el Paraíso debiera ser como una feria con toboganes y payasos y circos y casetas de tiro y tíovivos y tómbolas y coches de choque ya que Dios tiene que ser más alegre que las castañuelas y tener hasta buen sentido del humor y ser un poco burlón y juguetón; además a Dios tienen que gustarle las perrunillas y las magdalenas o el palodú y los altramuces, etc.
Por cierto tengo pensado proponerle que construyamos un mundo nuevo con mi antiguo Exin-Bloc y que juguemos al columpio sobre las estrellas...
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