podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

lunes, marzo 26, 2007

MAXIMILIANO MACÍAS Y JOSÉ CABALLERO RODRÍGUEZ.



Es una verdad de perogrullo decir que Mérida es una ciudad arqueológica por excelencia -y no sólo desde la época romana-; de aquí que que los arqueólogos merezcan todos los reconocimientos debidos a través de esta estatua que se dedicó, obra de Juan de Ávalos, expresamente a José Ramón Mélida y a Maximiliano Macías Liáñez (actualmente se encuentra situada en la Puerta de la Villa o entrada este de la ciudad en lo que que era la parte exterior del pomerio romano) con motivo del Bimilenario de la fundación de Augusta Emerita.
Y nada más afortunado que asociar a los arqueólogos con el agua, preciosa metáfora de este duro pero fecunda labor; el agua simboliza tanto la constancia y fortaleza necesaria del arqueólogo como el final prístino de su hallazgo que vuelve a la vida tras ser regado por los surcos de su cerebro interpretador (¡¡¡si no de su frente-por razón de que era tradicional que las excavaciones se hacían en los meses veraniegos-).
Pero faltaba una Historia de la Arqueología y del Arqueólogo y del arqueólogo emeritense insuficientemente reconocido, encarnado éste en Maximiliano Macías Liáñez; nuestro amigo José Caballero Rodríguez, para quien por razones de formación acdémica ser es el mismo verbo que estar, la lleva acabo satisfactoriamente (y como él y sus protagonistas, es decir a lo grande; consecuentemente veremos...).