Ni respires cuando pienses me decía el maestro Harpócrates; y ni aún conteniendo el aliento me habría propuesto yo, como el hijo de Isis y Osiris, sentir cuando el corazón enrojeciese un poco más por causa de tu presencia.
Empero las cautelas los átomos más apretados de la piedra más cerrada y recóndita han saltado a tu vista por la simple admiración de tu mirada; y una vez hechos personajes en el paisaje que ven tus ojos han ansiado quedarse, recogerse, cobijarse en tu mirada.
Y tu mirada ha roto todos los candados y cerrojos; y ha visto tu mirada mis más ocultos y recónditos átomos que ahora vagan aherrojados por ella como sumisos esclavos de la claridad.
Y he faltado a mi Juramento ante Harpócrates, Isis y Osiris; así que un terrible e inapelable mal habrá de sucederme: veré tu mirada cada vez más cercana, cada vez más cercana, cada vez más cercana... pero siempre será tu mirada inalcanzable, pero siempre será tu mirada inalcanzable, pero siempre será tu mirada inalcanzable.
Y el deseo de reposar en tu mirada aumentará a medida que más me acerque, que más me acerque, que más me acerque...
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