CARNAVALADA.

Esto de los carnavales es cosa muy humana según entiendo yo; pues aunque quedan muy como nosotros nosotros no nos disfrazamos -nos disfrazan especialmente de morito como para poner límites a la evolución o ¿involución? de las especies-.

Disfrázase el pobre y el rico; y el menesteroso y el acaudalado, el hombre y la mujer, el pervertido y el divertido disfrázanse.

Uno se disfraza de nada, el otro se pone de todo, éste se quita la dentadura y aquel hasta se incendia la barba.

Y todo el mundo de todos los mundos se echan a la calle: tú, el marinero, la rana, el cruzado, el romano, el vikingo, el gallo, Áxteris, la criada, el salmón, la sardina, el perro o el gato, el guerrero del antifaz, el cura y el maestro, la gota de agua y la botella de vino... Disfrázanse los tuertos y los entuertos y retuertos, los políticos y los periodistas y los médicos, los de la tele y los de la rebotica y los de la alacena...

Nadie quiere ser lo que fue o lo que era o lo que es, como fue o como es o como era; nadie quiere permanecer.

Darwin no lo tuvo en cuenta pero la Naturaleza premia a quienes no quieren permanecer; para ellos siempre hay un trébol cuatrébol.

Ylos niños eran tres y querían ser osos; pero eran tres como las hijas de Elena y tres como las morillas que me enamoran en Jaén: Áxa, Fátima y Mairén.

Sólo un pobre y solitario perro no se disfrazaba de nada; pero por si no te dabas cuenta de que no iba disfrazado llevaba escrito sus veraces sentimientos en un papel.

Todo lo demás, carnavalada.