En esta ocasión Clara vuelve a prestarme uno de sus magníficos cuadros para servir de marco a una nueva recitación de un fragmento poético.
-Y cualquier día de estos
-decía- un arqueólogo
me estudia
como un gran trozo
de historia...
como a tantas basuras.
La Historia, es decir la Vida -interpretarla es cosa de historiadores más o menos afortunados y certeros si científicos o literatos, si filósofos o matemáticos, si fisicistas o animalistas, si...-; digo que la Historia, es decir la Vida, se caracteriza más que por lo que es en cada momento por lo que deja: restos carentes de "ánima" que el historiador, el hombre que siente que puede hacer el futuro pero al que le robaron el pasado, intenta "animar".
Y es que el historiador, como entonces el campesino o el ganadero - anónimos y con más pena que gloria- pone el sustento debido de los palacios y de los castillos, de los reyes y de los guerreros, de los que son como él; pero, sobre todo, pone el pan y el vino debidos a la vida de quienes le precedieron y no dejaron más testamento que un hueso -todos compartimos el mismo número de huesos-...
