podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

martes, enero 08, 2008

MI RELOJ PRIMERO FUE RIO.

El reló[1] sería una pared de tierra y las agujas habrían de ser tus miradas afiladas;
el reló habría de ser una gota cúbica del agua que destilan tus ojos y las agujas dos inyecciones de vida de tu propia vida.
Dicen que en el principio los relo(JE,JE,JE)es eran de agua y que no daban horas ni días sino grandes avenidas y estiajes (y cuando no se veían nubes parecía como si el reló se parara; en realidad se retrasaba - y por tal causa algunos comenzaron a mirar al cielo que era más regular en cuanto más estrellas se fijaban-).
Y al reló llamaban río (además cada vez que entraban en él ni las aguas ni el tiempo eran los mismos -sin embargo el agua es como el tiempo y el tiempo es como el agua: siempre de la misma manera diferentes-).
Pero el reló de arena en un principio fue reló de piedra -en el fondo el río es una serpiente de piedra (y no hay que ser Moisés para sacar agua de ella)-.
Pero vino el tiempo y lo desgastó en miles de piedredinas.
Y las miles de piedredinas cristalizaron en un diabolo
>para que el universo no se expandieran hacia el rojo<.

[1] en expresión juanramonjímenez (este es mi último neologismo).

LECTURA NO COMPLEMENTARIA:
“Extranjero.- En primer lugar, la edad de todos los animales, fuera la que fuera, se detuvo en su marcha y todos los seres mortales dejaron de ofrecer a la vista el espectáculo de un envejecimiento progresivo y gradual, y luego, reemprendiendo su marcha, pero en sentido contrario, se les vio crecer en juventud y frescura. En los viejos, los cabellos blancos volvieron a ennegrecer: en aquellos en quienes había ya nacido la barba, las mejillas volvieron a quedar lisas, y todo el mundo fue devuelto a su primavera; en cuanto a los que eran imberbes, sus cuerpos, haciéndose más delicados y pequeños de día en día y de noche en noche, volvieron al estado de recién nacidos, y su alma se adaptó a ellos tan bien como su cuerpo, y después de ello, siguiendo adelante este proceso de decadencia, acabaron por desaparecer completamente[1]”.

[1] Platón. EL POLÍTICO O LA REALEZA. Obras Completas, 269e/270c, p. 1068 y s. Traducción de Samaranch.