"Otra era la Fiesta del Asno, casi tan fastuosa como la anterior, con la entrada triunfal, bajo los arcos sagrados, de maïtre Aliboron, cuya pezuña hollaba antaño el suelo judío de Jerusalén. Nuestro glorioso Cristóforo era honrado en un oficio especial en que se exaltaba, después de la epístola, ese poder asnal que ha valido a la Iglesia el oro de Arabia, el incienso y la mirra del País de Saba. Parodia grotesca que el sacerdote, incapaz de comprender, aceptaba en silencio, inclinada la frente bajo el peso del ridículo que vertían a manos llenas aquellos burladores del país de Saba, o Caba, ¡los caballistas en persona¡ Y es en el propio cincel de los maestros imagineros de la época, el que nos confirma estos curiosos regocijos.
FULCANELLI, El misterio de las catedrales, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, p.48.