Eugène Canseliet se declaraba discípulo del incomprensible, difícil, extraño, cuasi imposible e inaprensible, etc. Fulcanelli; como es lógico, dada mi proclividad a leerlo casi todo, en mi biblioteca tengo las obras de estos dos originales autores franceses tanto en sus ediciones españolas como francesas; y en una de ellas, La Alquimia explicada sobre sus textos clásicos editada por Cárcamo en Madrid el año1981, Canseliet declara que "el estudioso de lo arcano se prevenga con cuidado de la lectura y de la compañía de los pseudofilófos; en efecto, nada es más peligroso para el que aprende cualquier ciencia, que el comercio con un espíritu ignorante o engañoso, a causa del cual son inculcados, como verdaderos, falsos principios por los cuales un alma sin tacha y de buena fe es impregnada de una mala doctrina".
Principio éste de uso universal y nada más fulcanelliano; éste ya prevenía de la necesidad a ultranza de no seguir los dictados de maestro alguno, por reputado que fuera, sin propia experimentación y comprobación.
Sin duda Fulcanelli admitía básica y ampliamente la mayéutica socrática.
Acaso por tal Fulcanelli era muy proclive en sus maneras didácticas a citar intensa y extensamente textos alquímicos -de muy difícil adquisición e interpretación-; por contra cuando introducía noticias históricas parejas más que parco y escaso Fulcanelli se mostraba excusado.
Tras muchos años después de acabar mi interés alquímico -puramente literario, filológico e historiográfico pues en los fogones soy un desastre peligroso y me han salido hasta ardiendo los biberones puestos a hervir- he ido encontrado, casualmente, algunas claves algo más que curiosas y más excusanas pues me planteé e indagué el origen de algunos de los conocimientos fulcanelianos.
Por ejemplo, tras leer la Mitología General de Félix Guirand supe que Fulcanellí conocía como muy enteradillo -y acaso bien conocedor- la Mitología Universal y le daba valor historiográfico a un sinnúmero enesimal de leyendas.
Principio éste de uso universal y nada más fulcanelliano; éste ya prevenía de la necesidad a ultranza de no seguir los dictados de maestro alguno, por reputado que fuera, sin propia experimentación y comprobación.
Sin duda Fulcanelli admitía básica y ampliamente la mayéutica socrática.
Acaso por tal Fulcanelli era muy proclive en sus maneras didácticas a citar intensa y extensamente textos alquímicos -de muy difícil adquisición e interpretación-; por contra cuando introducía noticias históricas parejas más que parco y escaso Fulcanelli se mostraba excusado.
Tras muchos años después de acabar mi interés alquímico -puramente literario, filológico e historiográfico pues en los fogones soy un desastre peligroso y me han salido hasta ardiendo los biberones puestos a hervir- he ido encontrado, casualmente, algunas claves algo más que curiosas y más excusanas pues me planteé e indagué el origen de algunos de los conocimientos fulcanelianos.
Por ejemplo, tras leer la Mitología General de Félix Guirand supe que Fulcanellí conocía como muy enteradillo -y acaso bien conocedor- la Mitología Universal y le daba valor historiográfico a un sinnúmero enesimal de leyendas.
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