Cojo otra carpeta de antiguos poemas y el primero que leo es sencillamente desgarrador:
Han vuelto los vencejos
(las cosas naturales vuelven siempre),
las hojas a los árboles,
a las cumbres las nieves.
Miguel de Unamuno.
Pero entre sus labios no volverá
a crecer la hierba de mis ojos
ni a sus dientes regresará
el ruido anímico de mis pies;
cuando la muerte muere a la muerte
dejan de crecer las flores,
el viento para sus soplos.
El poema está escrito, y sin relación alguna con él, en el reverso de un texto denominado "Ponencia sobre minusválidos psíquicos".
En una cuartilla de por el año 1975 con letra azul transcribí a máquina:
Menos que el polvo es nuestro barro.
-Oí tus quejas pálidas y quise
beber de tu mirada-.
[..]
Entonces comprendimos que faltaban
palabras dichas sobre el corazón
[...]
- Muchas veces:¡Qué angustia, Señor, qué
angustia, Padre¡
Se está helando la mano y no me alcanzo
en la otra mano.
Se está abriendo una llaga y no he curado
de la otra llaga.
[...]
Que no muera , Señor, que AMOR no muera.
Al parecer estos versos son del año 1973.
En otra cuartilla encuentro un soneto cuyo primer cuarteto dice:
La tierra no será más fría tumba
si el calor de este fuego no se apaga.
Que no se apague Dios en tus pestañas
ni cierres tu costado a su hermosura.
Yo entonces tenía gran predilección por la expresión de las vivencias religiosas; en otro soneto escribí:
[...] Mi tristeza
me da miedo; yo puedo lo latente
hacerlo muerte. Puedo cambiar toda
la sangre por el agua y tropezar
contra Dios[...].
Incluso en otro soneto comenzaba diciendo:
Y Dios sobre mis labios purifica
mi arcilla humana bajo su palabra.
Nací abierto al dolor de aquel que labra
una sonrisa eterna que dulcifica.
Hasta escribí en 1973 otro libro titulado "La esperanza tiene forma de cruz".