Era la primera vez que en Llerena-posiblemente fue la primera obra moderna- a alguien se le ocurría pintar los cristales y aún me pregunto si era para advertir de su presencia y que nadie metiese por ellos la mano o la cabeza; lo viejo y más reciente, ¿he de aclararlo?, se refiere al arco de la ventana y a la sobreventana ocultos desde tiempo inmemorial a excepción de las zonas más oscuras:
-la Historia es lo mismo que la vida pero mucho más larga y en prosa- allí ví que la Historia se oculta, se retoca, se rehace, se muestra, se reinterpreta... con símiles, análogos, parecidos, etc., ¿fractuales? incluida la resta de torreonos -un maestro cantero, a pie de obra, laboró y puso las piedras que se habían perdido y desgastado, el escudo entre otras; Menéndez-Pidal, arquitecto, eliminó una segunda torreta o mirador (por obligación presupuestaria, claro)-; también ví que la Historia, como la Poesía, no se detiene y se anovela e, incluso, ví que algo tan vulgar como una ventana puede adornarse con todo un trozo de monumento por los primeros arqueólogos "de altura" que operaron en Llerena (por cierto la arqueología que se practicaba entonces y aún se practica en Llerena es de "altura").
La que fuera casa habitación o palacio de Luís Zapata de Chaves se había transformado en Palacio de la Inquisición y el Palacio de la Inquisición se había transformado en Templo Masónico y el Templo Masónico se había transformado en Casa Cuartel de la Guardia Civil y la Casa Cuartel de la Guardia Civil se había transformado en nuestra zona de juegos , pese al guardia..., y nuestra zona de juegos se transformaría en Palacio de Justicia - el primer juez estrella anduvo o se inició en él-.
Y hasta regresaron las piedras que se llevaron para poner asiento en la plaza.
Yo hice la foto y salió bien, no sé cómo ni cuándo desde el jardín casi al lado de un algarrobo que caía a la derecha; y al fondo uno de mis amigos más entrañables, fraternal: Mánue sobre la bici ¿de su hermana y, consecuentemente, sin barra? en la que yo sentado en el manillar y conduciendo, y él sobre el sillín pedaleando, recorríamos las calles a la altura de nuestros trece años cuando él dejó de estudiar y yo me escapaba de las clases vespertinas de dibujo -el profesor de dibujo ¿don Manuel Fernández?- trabajaba de mañana y tarde en la Díter de Zafra-.