Antes del inicio de la Renovación, al agotarse el Ciclo, volvemos a ser uno, luz y quietud, movimiento y eclipse, negación y muerte, afirmación y germen; la fuerza más ágil que ninguna movilidad y más estable que todo sosiego.
Pero el Tiempo, inagotable y siempre pulsante, al instante nos enciende. Entonces ubicamos ordenadamente nuestras energías que, al unirse simétricamente en oposición engendran un nuevo dinamismo multiplicador que nos hace ser raíz de todas las vivencias que en el cosmos son.
Vosotros, antes de la Separación también érais Uno, a semejanza nuestra; pretendiendo imitarnos os separásteis en hombre y en mujer - degarro y finitud, escozor y distancia, sangre y decepción sin embargo reinan en el mundo por vosotros creados-. Y en ese mundo, dormida nuestra belleza e imposible el reencuentro de nuestras energías, nos hallarás, sin entendernos, inmóviles en la naturaleza y esquematizados en los libro de geometría; ancha la oscuridad y débil el resplandor, el sosiego recio y la accción impedida, osada la obstinación y paralizado el sí, el fin continuado y la vida desenhebrada, vivimos truncados. Al obligarnos a realizar, como vosotros, el andrógino extemporáneo, defectuoso y conciso al que regresáis imposiblemente, detenéis toda nuestra virtud, acercándonos.
Y es que los dioses no fuimos creados a semejanza de los hombres...