Si el mar fuera posible
entre tus venas
el silencio del polvo estéril
sería el hombre
jugando al amor con
canicas nuevas.
Te lo asegura el viento, la palabra;
lo escribe el tiempo.
Niña, ¿cómo te llamas?
¿Fuego, agua, olor a tierra o no perdiste
la boca, la esperanza?
¡No!, niña, amor, ¡no!, calla...
un niño, hijo del viento,
dibujará en tus pechos
su primera palabra:
el hombre es no imposible,
mirarlo y en su lugar
un vestido, piel sí estrellada.