podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

lunes, enero 29, 2007

AGOSTO DE 1936: DE UN SALVADOR EN EL MISMO PELIGRO.

El día 7 de agosto de 1936 las tropas sublevadas al mando del general Franco tomaban la ciudad bajoextremeña de Zafra.
Como iba a ser usual procedieron a la detención indiscriminada de todos los ferroviarios; entre ellos mi tío Juan Martín de Rodrigo Moreno.
Pero en ese primer momento no sucedió la tragedia; el Jefe de Estación, José García Velasco, afortunadamente simpatizante de derechas, impidó la matanza con los típicos pero desgarradores y, en ocasiones, efectivos a mí primero y respondo de mis hombres.
N.B. Estos sucesos están referidos a la estación segedana de ferrocarril de la Compañía del M.Z.A. que explotaba la Línea Mérida-Los Rosales y no a la otra estación de la Compañía de Zafra a Huelva.
Según me cuenta mi madre al primer trabajador que el jefe de Estación sacó de la cuerda fue mi tío tomándole de la mano en el túnel de la CAMPSA, lugar en el que habían sido confinados.
Coincidiendo con las felicitaciones de Navidad su hijo, mi primo José Martín de Rodrigo Cano, me
informaba de que este episodio había pasado a la Historia de la mano de José María Lama en su libro La Amargura de la memoria: República y Guerra Civil en Zafra.
En este libro mi tío, que entonces era factor de circulación, aparecía citado como miembro de un Comité Ferroviario que nunca existió más que sobre el papel y para cuya inclusión, por parte de un militante político doble, no fue consultado ninguno de sus aparentes miembros.
Días después, tras la pérdida de la ciudad de Mérida por las tropas gubernamentales, mi tío fue habilitado como Jefe de Tren; y se le encomendó dirigir el primer convoy ferroviario que desde Zafra se dirigiría a Mérida.
Al llegar a Calamonte, su pueblo natal y en donde residían su madre y su hermana, fue informado de que iban a fusilar a un amigo suyo, Paulino Fuentes, mozo de tren calamonteño destinado en la estación emeritense.
A su llegada, a la hoy capital autonómica, se dirigió a dos amigos de mi abuelo Gregorio, el párroco de Santa Eulalia Don César Lozano Cambero y el comerciante Vicente Aragoneses, quienes le garantizaron la vida de Paulino.
Entretanto, y él nunca lo sabría, su nombre estaba escrito temblando en un papel : en el informa político que su Jefe de Estación había sido conminado a redactar por segunda vez el día 4 de septiembre, exigiéndole mayor concreción, mi tío aparecía como de izquierdas...
La foto es de ferroviarios de la Estación de Cáceres en 1936, lugar en que se encontraba destinado a principios del año; mío tío es el quinto por la izquierda de la fila superior.