No puedo decir aquello de “silencio se rueda”; mejor cabe ahora que diga “a leer que se escriben buenas historias de Mérida”.
Era tradición consolidada, hasta hace poco tiempo, quejarse del abandono que sufría la Historia no romana de Mérida; y digo que era tradición porque su conocimiento, desde que se formó la UNED emeritense, se desarrolla con pujanza, dignidad y casi suficiencia, especialmente colmatada por José Antonio Ballesteros Díez, siguiendo la brecha abierta por José Álvarez y Sáenz de Buruaga quien introdujo “los papeles oficiales del día a día emeritense” en el Hacer de la Historia de Mérida.
Ahora, tras bosquejar someramente los precedentes más inmediatos, sólo voy a referenciar la última edición: MEMORIAS Y OLVIDOS EN LA HISTORIA DE MÉRIDA de José Luís de la Barrera Antón realizada con maquetación de Ceferino López y editada por Artes Gráficas Rejas -los hermanos Francisco y Juan Rejas que apenas si tienen seguidores en el gremio impresor-.
Esta preciosa y voluminosa obra integra una original, adecuada y rica imaginería -debida a la extraordinaria labor fotográfica de Manuel de la Barrera, padre del autor, y de Ceferino López-; sin embargo, como además la vocación del autor sea la Historia escrita con exquisito tratamiento de estilo, el texto alcanza la excelencia literaria; De la Barrera se expresa a través de una suficiencia historiográfica, suficientemente demostrada y aquilatada, también aquí mostrándose -y es especialista en ello-, como un conocedor no sólo de “las piedras” sino también de las almas y del almario histórico de los que se cobijaron entre ellas revelando detalles inimaginables y sorprendentes; por ello concluye una obra necesitada por unos pocos que la entrevíamos, necesaria para muchos que no la esperaban e imprescindible e imperdible para todos los que quieran conocer la Historia de Mérida; tanto para el maduro como el emeritense en ciernes, para el emeritense que vio o para el emeritense que no alcanzó a ver. Además, al fin, con la obra de De la Barrera Antón la Historia Contemporánea de Mérida queda libre de tabúes desde la más exquisita imparcialidad personal e historiográfica con su apresto crítico sobre la Segunda República, la Guerra Civil y la Postguerra en Mérida; pero también De la Barrera hace desaparecer otro tabú menor porque también confiere valor historiográfico a hechos emergentes y “efímeros” como el graffiti o su versión gamberra de la “pintada” salvaje.
Y es que él asume que el historiador tiene que actuar, las más de las veces, como antiprestidigitador y “sacar” la realidad de la mentira, del engaño, de la manipulación o del no menos infortunado “yo creía que…”.
Pero si en esta obra se deduce un autor que sigue la senda de los maestros clásicos en su parágrafo de los “Siete Pecados Capitales en Siete Personajes de la Historia de Mérida” se palpa que converge plenamente con ellos además creando personajes tan particulares como extraordinarios; y entre estos personajes y sus correspondientes “pecados” destaca “Gelmírez” a quien nombra, resume y recrimina como “príncipe de los envidiosos”-este obispo compostelano fue el que “desarzobispó” Mérida en la Edad Media para darle a Santiago de Compostela, en evidente latrocinio, la consideración de centro religioso más importante de Europa Occidental en sustitución de nuestra ciudad que lo había sido desde el siglo IV hasta la invasión musulmana -y con excepcionales méritos propios y reales-; también destaca su correcta interpretación del problema psicológico del abad Nancto en “La Lujuria” o “Las tribulaciones del anafrodita Nancto”, conspicuo emeritense de adopción, quien por sus orígenes eclesiásticos africanos más que por trastornos psicológicos, no podía caer en la indignidad del pecado…
Y todo su libro, aunque historia local, lo inscribe José Luís de la Barrera Antón en su momento y en sus circunstancias regionales, nacionales o internacionales mostrándonos una ciudad cosmopolita y abierta -¿es casualidad que su primer personaje emeritense sea “el negro Bartolomé”?.
Y es que Mérida, Augusta Emérita o Emerita para los romanos, forma parte preeminente del mundo pues fue concebida por el segundo personaje más importante de la época de su fundación como una pequeña “roma”- pero no por ello menos eterna y receptiva -.
José Luís de la Barrera Antón así lo sabe y así lo manifiesta.
Enhorabuena, querido amigo.