podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

lunes, enero 22, 2007

poemas de POAMARIO.


Voy a bajar a las profundas simas
y convertirme en gnomo fantástico
para corretear entre las rimas
de los laberintos impenetrables.
Llerena 1971.

Desde mi hontanar te llamo, voz amiga,
empozando el lamento del destino.
No tengo corazón cruel ni mezquino
pero me siento triste y con fatiga.

Si quieres escuchar mis oraciones
un corazón feliz te está esperando
y un tupido rosario está anhelando.
la unión de dos distintas comuniones.

Mis ojos se durmieron en un pliego
cansados de mirar esta presteza
que en las altas colinas es destreza.

Bañan sueños inútiles mi mente
ávido portador de mí, demente,
y pierdo la existencia. Estoy ciego.
Llerena,1970.

Rubio o negro. La marca no me importa. Dibujo de Manuel Villar Prieto.
Yo busco las bacterias canallescas Valladolid, 1977.
en el vaso mediocre de un cigarro
arcaico. Mi placer dilata
sus cenizas coralinas y asesina
la voz crucificada. ¿No se escapa
el humo de su encierro?, ¿ vuelve el geniecillo
dormido a recobrar su libertad?
Oigamos cómo cantan las cenizas
cenicientas. Oigamos del extraño
sacrificio una queja rubia o negra.
Oigamos la palabra embalsamada
y emborrachemos de humo los pulmones.
Es espantoso ver la nicotina
incrustrada en el pecho. ¿Qué me importa,
dices, si no he tenido tiempo de
barrer la alcoba?
Después tan sólo queda una colilla
despreciada, tirada por la calle
esperando que un viejo pordiosero
la tome entre sus manos.
Y tú serás
el cáncer y el remedio a la vez. Y
el mundo seguirá
como antes. Apresúrate a dormir
la muerte injusta. Velaré por ti,
por mi, por nuestro amor.
Seremos los
cigarrillos de páginas domésticas.
Seremos la toalla de las lágrimas
mariposas. Seremos el crujir
de risas, porque no nos entendieron.
¡Éramos diferentes¡
Llerena, 1971.

Mi raza regenerada hubiese sido en tu piedra, sería si tu
inmenso labio de amor, rodase a mi playa. Pocos saben si cuando me
levanto, arrojo el humor por la escalera o bebo alegría. Yo observo
el día y la noche semiapagados en plenilunio. “Se hubiesen querido”-
dijo el banco del parque, cuando hecho agua, fui a ti, jardín a bañarte.
-Nos hubiésemos querido- y aún puedo resbalar la frente y pintársela ba-
jo el sol: “Se aman”.
Para ti deseo una hoja de la catarata que te despierte, te haga daño-
en tu sangre- y te presente de pie, con el pecho transparente. Nadie
ignora tu presencia en mi propio viento. Yo fuese caballo o diamante;
tú fueses cueva o ninfa. Somos dos ignorancias hechas a golpes de
pasos; nos hemos saludado y te has-¿nos hemos? separado. Cayó agua en
las telas que nos han cubierto, tu mano fue a dar en mi cabello y yo
esperaba a que el cristal hirviese.
Toda mi fiebre, toda mi agua, hubiese sido en tus estanques. Después,
musicados en los corazones, hubimos sido continente. Stella, separado,
desgarrado de ti, te ofrezco el imperio -la soberana de parte de mi RAZA-.
Katefés, 7, agosto de 1973. En Calamonte.

CITA.
Un domingo de otoño. Esperanza en
el corazón sensible de las hojas
que cayeron en lucha por amor.
Y de nuevo ¿palabras meditadas
en el tiempo difunto?
O... ¿habremos cambiado en lo esencial
de ayer? Silencio es la respuesta. ¿Por
qué aguardar al invierno incierto para
decirnos algo nuevo?
Digámoslo hoy. Aunque mañana nos
pase. Pero hay que... –tu y yo- vivir el
presente como equívoco y disfrutar
de nuestra juventud tan polvorienta
como...
En ruta Llerena- Mérida, llegando a Villafranca de los Barros punto central de mi vida como trágica tragedia.

Mi fuente no me ofrece
agua que riegue
mis albahacas.
Mi fuente no sonríe,
está callada.
Se separa de día,
de noche me acompaña.
Mi fuente palidece
cuando bebo agua;
agua que nace toda
de un lugar seco
de tu alma.

Alguien tiene cabellos secos...
alguien tiene los labios negros...
desiertos...
ella el sueño lo tiene
despierto.
Lloverán amapolas desde lejos
pero estaré desnudo
y, antes, despierto.
Sólo me queda
el esqueleto
y amarte como un verso
blanco del tiempo.

Silencio a cuerpo,
no me despiertes;
es sol de medianoche.
Palabra a sangre,
no, no te asomes;
es luna de manzana.
Aquí tienes los huesos,
humedad y silencio;
aquí olvida la sangre,
oquedad y palabra.
Mas no sonrías,
la noche es virgen.
Silencio a sangre,
palabra a cuerpo.
No importa el llanto,
el agua ya no existe,
el agua será viento,
el viento fue un deseo.
Es sol de medianoche,
es luna de manzana.
Fue virgen
y juega;
fue azul
y ríe;
como la muerte
volveré desde siempre.
Como el río y la orilla,
como el agua y la sal,
oquedad en el barro
y en el alma, cristal.

Podría sustituir mi nombre
o su último capítulo
por la mañana
o el alba de tus ojos...
Podría
cambiar mi cuerpo
por el empuje
de tu sangre
o el vigor de tu espalda.
Podría
mudar mi vida
por uno solo
de tus cabellos...
Podría... yo podría...;
eternamente
podría
pretender que podría
ponerme
las alas
del tiempo
hasta que el hombre,
como los dioses,
también descanse.

Planté en mi corazón
la rosa
y las espinas de sus ramas
me abrieron
la piel
del alma.

Sí, dime amor,
dime cuál ha de ser el alfabeto
que rime a la deriva
del amor, de la vida:
¿Quizás el hombre
en tu imposible víspera
o la mirada
en solidario arcángel?
Sí, dime, amor,
dime con qué palabra
escribes tú la vida:
¿Es la sonrisa herida
o una flor sobre pétalos de espina?
Sí, dime amor,
¿es un beso de tronco rosa
o caricia de herida,
mañana?

Aún existes
sin querer explicarte.
Aún tendrás
algunas aguas
y varios cauces;
luego, la soledad.
La neurosis: un río,
el viento, respirar,
una moneda
irrepetible, entonces,
ahora,
en libertad
provisional.

Paisaje sin esquinas
ni música;
también enredaderas
con un pie hacia la duda,
sin manos al ocaso.
El pie, de óleo;
Picasso, un travestido
o Dalí una moneda de aluminio.
Ella no estaba,
es posible, quizás mañana.
Quizás mañana, al alba sonrosada,
el cigarro encendido grite : “!Fuego!”.
Contra él los elementos:
la arena, la paz, nadie
y el miedo.

Si la paz fuera posible
el silencio del polvo estéril
sería el hombre.
Te lo asegura el viento, la palabra;
lo escribe el tiempo.
Niña, ¿cómo te llamas?:
¿Fuego, agua, olor a tierra o no perdiste
la boca, la esperanza?
No, niña, amor; no, calla...
un niño, hijo del viento,
dibujará en tus pechos
su primera palabra:
el hombre es no imposible,
mirar y en su lugar
un vestido, piel sí estrellada.

Tú no tendrás el tiempo
que construyo en el mar
y aún no sé si cuánto
te llamas:
¿En diecisiete labios de mañana,
a quince esfuerzos rígidos,
sobre catorce vidas, pulsaciones?
Tendrás el tiempo
que no dices jamás
y aún yo no sé para cómo fue.
Y tendrás un lugar
en donde caminar
a lo ancho.
Y no tendrás un tiempo
inmenso
en donde no espaciarte
ante lo menos lejos.
Pero tu cuerpo
tiene el frío perfume de la noche.
(-Ya no prohíben mirar las amapolas).
Pero tu cuerpo
no es carne de tiempo, ni deseo.
(-Ya permiten mirar los árboles).
Y no sé qué es tu cuerpo
si fue amapola
o el camino erguido del silencio.

Y cuando al alba,
la caracola.
descienda en ti
por la armonía,
de pecho en alma,
el mar, distancia.
Y cuando el hombre
tierra y campana
¿dónde echarás la red
si el amor es un mar sin agua?

No sé si existo como sueño,
si hace frío algo dentro,
si es de día o de fuego,
si llueve, si regresas desde ayer.
No sé, apenas me llega el sueño.
¿Llama alguien a la puerta,
hay enfrente ventanas a la vida
o es un cerrojo sucio
o es una rosa pútrida?
No sé si hemos hablado del amor
o hemos corrido
por el bosque o la mano
o hemos solicitado
la vida antes de tiempo.
Mírame al rostro
y dime si conservo el esqueleto
o Dios, de nuevo, sueña la penúltima
de nuestras pesadillas.

-Amor, cuatro existencias hoy fonéticas
y mañana la vida,
girar hasta fundir los árboles,
perder todo el paisaje.
-Paloma, ven conmigo;
contigo, ven paloma.
-Pero ¿qué hora es?
-Son los cuerpos unánimes,
amantes sobrepuestos;
casi la voluntad de no crecer,
de plantarse raíces en los labios
y arrastrar la palabra tras los ojos.
-Por los surcos que
hemos de abrir,
por las besanas que
hemos de sembrar...
paloma, ven conmigo;
contigo, ven paloma
a adverbïar la paz...

No hay lenguaje de certezas
ni detrás del hombre habrá palabras.
Todos los sonidos
se exilaron
a su origen primitivo.
Porque te probaron
el nombre y te disfrazaron
con adjetivos;
porque te llamaron con el pie
y por la boca acudiste.
No en una duda
ni en el esqueleto,
a un abrazo
partiendo, negra a dentro.

-Tengo sueño
de tu pelo
el invierno
y me crezco
por silencios.
Iré al hueso
(amapolas
de tu frente,
las espinas
con tu vientre).
-Hoy presiento
lluvia y fuego
por el pecho
del tiempo.
A lo lejos
la palabra
como un silencio eterno.
No fui yo entonces
ni más tarde fui viento
ni luego espuma de mar.
En nuestro nombre
yo cabalgaba
tan lentamente
el nuevo abecedario
de una pequeña
eternimïedad...