podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

domingo, enero 21, 2007

poemas de DE UN TIEMPO, DOS VIENTOS Y MEDIO ADVIENTO.



prólogo.

Un surtidor de sombras
en la temprana esquina
de un tiempo sin respaldo...
El niño juega
a introducir palabras
dentro del agua...
son tan livianas
que ni en el tiempo
naufragan.

primera capitulación: .............................Ocaso en Punta Umbría, Huelva,2005.

...dicen que el tiempo
al hombre
lo embriaga de
madurez y con buenos
recuerdos...

Y Dios como prefacio al tiempo,
el hombre como prólogo a la muerte,
la vida como epíteto para el
silencio y yo por hueso
en mi propio esqueleto de tïempo
(era mi voz
miedo a cualquier guijarro sin aristas,
el temor a cualquier
mancha de vida sobre la camisa).
Si me persigues
te florecerá el hielo
y el agua te hará un surco abierto al tiempo
(los hombres ni siquiera han muerto:
sufrieron la
enfermedad del tiempo: un agujero
de voces en silencio).
Y yo no fui quien puso
dudas al tiempo
ni quien aseguró que con las voces
se acallen los silencios
(quizás la eternidad sea el peor
consejo que da el tiempo).

Y ¿dónde la palabra y sus vocablos?
¿Qué palabra escribir?
Y garabatear ¿con cuáles pájaros?
El mundo y Dios
fotocopian al hombre en blanco y sueño;
que no te entrañen
sus desvaríos.
A imagen invertida
de la mano benigna de Dios fue
imaginado.
(TOTUS MUNDUS POSITUS EST IN MALIGNO).
!Silencio!, que no ha llovido el destino
ni ha nevado el recuerdo
(Alrededor del tiempo
yo no era, pero el tiempo fue
un árbol con manzanas huecas,
un árbol con manzanas frías,
un árbol...
el árbol de la seda y la impaciencia).

En el cielo de la noche
las estrellas lo describen
si fue sudor una lágrima,
un gris o ausente silencio,
quizás su fulgor numérico.
En el cielo de la noche
el agua dibuja el sueño,
la mentira como un árbol
y la flor como el invierno.
Pero el amor, el amor,
vivencia humana del fuego,
.osrevinu le odot avruc
Si es viento hacia él los deseos,
si aún suspiran los pájaros
alguien descubre el arcano
en su lenguaje olvidado.
Mientras, el hombre primero,
aprendiz de artista eterno,
en el blanco sintetiza
todas las leyes del tiempo:
Saber, poder, atreverse
y, sobre todo, callar.
Saber que el mundo es
un inmenso fractual
eterno de hermanos
separados por el tiempo.
Poder regresar a Dios
antes del séptimo día
y atreverse a coger la granada
con el sudor del alma.
Por último, ¡Silencio¡, callar
que el hombre sigue la obra de Dios
en un minúsculo tiempo.

En la espuma del agua
nadaban peces
ingrávidos y esféricos,
casi aritméticos.
En la burbuja
del tiempo
grita la fauna hostil
de mis recuerdos.
- Para la austeridad,
lenguaje oral...
- Para los sueños
el mar
de eucaristía
y arrobamiento,
- ¿Por qué no la laringe
como estulticia
o mímica imprecisa
del hombre
o estupor de los dioses?
Yo no tengo por índole
ni modelo
la veraz analítica
de la
ciencia más positiva.
Yo creo y al tiempo
el suelo como pétalo,
el soplo como freno,
la humedad como apresto
y el calor como absceso...
Según Thot, el escriba,
yo y mi medida
excedemos el peso
que nos dio el tiempo sólo por
un pétalo de sueño.

No miremos su voz
él era sólo el humo insolidario
del fuego en cautiverio, el esqueleto
que nunca ganaría un amor sólido
al párpado quebrado del tïempo.
Alimentaba
el futuro con trastos viejos:
la lavadora
del sentimiento
(que limpiaba las sábanas
del tiempo), el lavaplatos
del pensamiento
(que rompía las huellas del recuerdo),
la aspiradora
de los recuerdos
(que inspiraba los hechos de los cuentos).
Y con pocas monedas
(porque era agnóstico
del tiempo
con sus agujas
se inyectaba silencios) exigía
los juegos
más altaneros:
en vez de arenas,
walkirias en la playa
y en vez de agua
sumergirse en la Vía Láctea.

El día en que yo cumpla mil pecados
o diez mil impaciencias;
el día en que yo sueñe penitencias
o dolores ajados...

¿Quién pondrá nombre y letras a mis lados
veniales?, ¿Quién las ciencias
a mi ignorancia clara de sapiencias,
a mis pies deshuesados?

Quien tenga la fe entrégueme un cuchillo
de amor y suerte,
de fuego, de almohadas y de brillo

que entre mi corazón surge la muerte
como un tiempo amarillo,
como un amor agreste, recio y fuerte.


primer actor: dice que el amor es un momento arrebatado a la eternidad...

Yo no,
tampoco
el logos
no yo.

Tu sí
también
el bien
sin ti.

¿Quién eres?:
¿La suerte?,
¿el viento?

¿Los seres?,
¿La muerte?.
¡El tiempo¡


Allí pudo ocurrir
como un pájaro blanco
otra infancia cromática
en otro decorado
menos severo
y con más pájaros
en el alero.
Tan grandes, tan enormes
fueron sus culpas
que no cabían
ni de costado
en su raquítica
geografía.
Con los indios de plástico
jugaba a cementerios:
la vida era una tumba
o la caricia un féretro;
el amor una cruz nominativa
o el tiempo
un esqueleto
creciéndole
a cada juego
aún más cadavérico.
Él era
posiblemente todo un niño
o la vivencia
de una calleja estrecha y tétrica
-¿fue la “de los quemados[1]”?
con ningún pueblo dentro
pero con la mirada abalconada
hacia las afiladas
y asesinas agujas
del tiempo.
Quizá había “cambiado” por el último
TEBEO
una oración sin fe,
esperanza o maldad.
O quizá, en un descuido de alegría,
le habían sustraído
sus torres góticas
(por las que gateaba
hacia los ángeles),
sus escaleras
barrocas...
(por las que acariciaba
a las alondras)
o sus
esquilones románicos
(con los que pretendía
él tocar a arrebato
la palabra de Dios).
Pero él no tuvo manos,
aún puesto de rodillas,
al alcance de un beso
que no amargara a vida
o a “fanta” de naranja suicida.
No tuvo manos para abrillantar
los cristales quebrados de la escuela
ni tuvo manos para resolver
ecuaciones anónimas...
(Con aquellas fracciones
cada vez más idénticas
al tiempo
no tuvo tiempo
para buscar
dentro del tiempo
un islote desierto
del tiempo).
Tampoco tuvo tiempo
ni pulso en las mejillas
para reverenciar
un falso padrenuestro
en que el cielo
no es una isla del tiempo.
No le vi hacer veleros de papel
en ningún río impreso
(guardaba los recortes de su tiempo
en perseguir senderos).
No le vi que rompiese
a patadas del alma
ningún árbol, ningún gusano.
Era un niño tan tímido
que, al verme, abandonaba la tristeza
en el balcón central
de su conciencia
y añadía una nueva historia
a su trágico cuento:
El tiempo era un espejo
eterno...
[1] La “Calleja de los Quemados” de Llerena era el final del camino que seguían los condenados a la hoguera por la “Inquisición”.