Escribía el poeta Ángel González:
Para que yo me llame Ángel González
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otros cuerpos nuevos.
Solsticios y equinocios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
Ángel González. [1]
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otros cuerpos nuevos.
Solsticios y equinocios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
Ángel González. [1]
Entre estos hombres y mujeres que han hecho posible, en mi caso, que mi ser pese sobre el suelo se encuentran mis abuelos Obdulio Mateos Galán e Isabel Molina Ruiz, de Calamonte, Gregorio Martín de Rodrigo Sánchez, de Puebla de Alcocer, y María de la Concepción Moreno Rubio, de Los Palacios de Guadalmez y mis padres Clemente Mateos Molina y María del Pilar Antonia Martín de Rodrigo Moreno.
En la fotografía Iglesia Parroquial de Calamonte: desde tiempo inmemorial mis antepasados calamonteños se bautizaron, se casaron y fueron enterrados en ella.
[1] González, Ángel, ANTOLOGÍA POÉTICA.Alianza Editorial, Madrid, 1982. p. 31.
[1] González, Ángel, ANTOLOGÍA POÉTICA.Alianza Editorial, Madrid, 1982. p. 31.