El Cristianismo, que había establecido un Nuevo Testamento, creó una nueva figura histórica a imagen de los ángeles protectores del Viejo Testamento: la del mártir asumido como “jefe favorecedor[3]” de un determinado “pueblo” luego transformado en “nación” o “estado”.
Por ello si durante la vigencia del Viejo Testamento los mediadores y protectores de las naciones de la Tierra fueron los Ángeles[4] ahora, bajo la vigencia del Nuevo Testamento[5], serán los Mártires, miembros especiales del Cuerpo Místico de Jesucristo plenamente identificados con Éste y con sus propios hermanos[6].
Pero, al parecer, el “reinado” de Santa Eulalia se adelantó en el tiempo; según establecía el Libro del Apocalipsis el reinado de los mártires sólo habría de concretarse tras el fin del mundo[7]...
Para Fontaine las raíces de Hispania como Estado se encuentran en “la declaración de Augusta Emerita como única capital del Vicariato Hispánico” ya que “constituye una especie de prehistoria de la conciencia nacional[8]”.
Sin embargo reconoce también que fue el Cristianismo quien introdujo en las Provincias del Imperio Romano las bases específicas del nuevo concepto de Nación y de Estado.
Y entonces le concede Fontaine a Prudencio la autoría de estas bases: “aunque no tuviese una conciencia nacional, sí expresaba “conciencia de los “hispani” a los que considera como gentes que tienen la suerte de estar en una especie de Tierra Prometida a causa del número de mártires con el que les ha gratificado la Providencia[9]”.
Por ello Fontaine describe el concepto original para entender adecuadamente el nacimiento de determinadas naciones cristianas a partir de las provincias romanas y sus capitales: “las ciudades encuentran una nueva unidad espiritual en una suerte de patria espiritual de la cual sus mediadores son los mártires (locales) respectivos[10]”.
Es decir la patria material es una concreción territorial de la patria espiritual[11] que protege y tutela el mártir o lo que es lo mismo: la ciudad de los hombres es la ciudad del mártir protegida ahora no por un ángel como en los pueblos del Antiguo Testamento sino por el propio mártir.
Según Carmelo Viñas y Mey este hecho denominado “la humanización de lo sobrenatural y la divinización de lo humano”, tendría su origen en el “personalismo religioso activista peculiar de las masas y propio de la religión en sus primeras épocas[12]” y cuyos efectos en España se mantendrían en la Edad Media y llegarían hasta el Siglo de Oro[13].
No obstante los historiadores del hecho inicial como Pietri sitúan este patrocinio en una adaptación del mito pagano de los héroes fundadores de ciudades[14].
El patronazgo político de Santa Eulalia sobre Augusta Emerita y, por ende, sobre las Hispanias había sido declarado por Prudencio al proponerla como protectora de sus pueblos dada su "cercanía" a Dios[15].
Evidentemente el patrocinio de Santa Eulalia, que anuló al de los otros mártires locales, se vio favorecido por el hecho de ser Emerita Augusta la capital del Vicariato romano de las Hispanias.
La capitalidad emeritense, como indica Arce, comportaba unas consecuencias muy positivas en su promoción como patrona política[16].
[3] BROWN, Peter, p. 364: “También los santos eran individuos de primera fila: eran patroni, los “santos patronos, pero al mismo tiempo los “Jefes”, los “patrones”(cf. francés patron, italiano padrone). Se suponía que tenían poder e influencia. Sus sufraggia, “sufragios”- las palabras que pudieran pronunciar a favor de sus clientes-, tenían mucha fuerza en la remota corte celestial. Como miembros del “Senado celestial”, los santos eran aristócratas invisibles, que requerían de sus clientes más leales reverentia, muestras públicas de respeto”.
[4] PSEUDO DINISIO AREOPAGITA, p. 137: “Estas inteligencias son las que más íntima y ricamente participan de Dios, y a su vez son las primeras y más abundantes en transmitir a los demás[180B] los misterios escondidos de la Deidad”.
[5] Cf. A los Hebreos 9 , 15 y ss.
[6] “pues somos miembros los unos de los otros”. Efesios, 4, 25.
[7] 5,10.
[8] FONTAINE, J. p.364 en Jean-Charles Picard “CONSCIENCE URBAINE ET CULTE DES SAINTS”.
[9] Íbidem., p.364.
[10] Íb. p.364.
[11] Nótense cómo se asocia a una especie de anticipo de “Jerusalén celestial”.
[12] y añade VIÑAS Y MEY, Carmelo, p. 95: “ que lleva a encarnar en las figuras ejemplares las virtualidades de la fe “.
[13] Íbidem, p. 95: “la familiaridad con ellos, como una vivencia religioso-popular, que se refleja en las letras, desde Berceo y Alfonso el Sabio hasta las comedias de santos, tan típicas de nuestro teatro; es lo que se ha denominado la “humanización de los sobrenatural y la divinización de lo humano”, caracterizadoras de nuestra sociedad y nuestra literatura de los siglos de oro (Pfandl, Vossler)”. .
[14] PIETRI, ver Picard, p. 364.
[15] GUILLÉN, José, p. 231: “Así, conviene adorar sus huesos sobre los que se ha levantado un ara. Ella, acurrucada a los pies de Dios, atiende nuestros votos y, propicia por nuestros cánticos, favorece a sus pueblos “EN HONOR DE SANTA EULALIA, III, 211 y ss.ver José Guillén.
[16] “La capitalidad de la diócesis confiere a Augusta Emerita una serie de rasgos característicos sobre los que no es superfluo insistir. De entre ellos quizá el más significativo es el de constituir un centro administrativo, jurídico y burocrático de primera magnitud”.
Tomado de mi libro Santa Eulalia de Mérida la Grandeza de lo pequeño, Artes Gráficas Rejas, 2004.