podrán

podrán cortar todas las flores;

siempre habrá un hombre semilla.

jueves, mayo 17, 2007

POR SI TE INTERESA: NI TE TENGO, NI TE OLVIDO.


Siempre tuve buena vista a pesar de mis antiguas y excesivas dioptrías ya que desarrollé los instintos más básicos sustitutorios (o ¿sustitutivos? o alternativos) de la supervivencia a través de los demás y de más sentidos -y siempre fui muy sentido-; por tal razón lo que me ha comentado Isabel esta mañana no tiene tan mal pronóstico: mi extrema sensibilidad me ha hecho ser muy sensible a la denominada Ley del Secreto que en palabras del romance español medieval se concretaba en aquello de yo no digo mi canción sino a quien conmigo va.

De cualquier forma yo no creo en el Psicoanálisis y sus males consecuentemente no pueden afectarme; por tanto cuando me muera no moriré del corazón -según las primeras creencias cristianas los sentimientos residían en los riñones- sino de otros males o aún mejor del mal de las bilis (la muerte del grillo... está reservado a mis enemigos).

Pero como quiera que de intimitatem neque ecclesiam y que yo practique la mayéutica y la ley del mérito proporcionado difícilmente, pese a mi verborrea ocasional, doy claves.

Tampoco doy la medida de mis males y aún peores pues mi código de honor es bastante caballeresco hasta con los auténticos moros -ellos lo fueron con mis antepasados toledanos-

Eso sí rechazo el vaso por cuanto es el grillete del agua, la metáfora de la muerte: el agua como todos los seres vivos necesita un paisaje opaco y permeable en su base y rebosante en sus paredes para desarrollarse pudiendo desarrollarse entre la posibilidad y la imposibilidad, el orden y el desconcierto, lo elevado y lo bajo, lo recto y lo curvo, el ahora y la deshora, el sueño y la vela, tú y yo, y el emni charmuta que siempre acecha -esta palabrota me la enseñó Joseph Jones, cristiano libanés maronita y falangista y escapita cuya novia era libanesa muslin que ejercía el culto laico a la diosa Astarté en el Valladolid de 1976 junto a Marie Antoniette, una egipcia francófana, que me dijo las palabras más bonitas de agradecimiento que puede decirte alguien que se cree vivo por tí porque un buen día te hiciste pasar por ella ante un estupefacto pero transigente funcionario de Correos cuando Franco aún no había muerto - mi caro amigo Manuel Villar Prieto, testigo sufriente de tantas hazañas vallisoletanas mías, fue testigo tanto de esta aventura como de los golpes que le habían desfigurado el rostro a esta mujer- .
N.B. Por cierto el del Código da Vinci (¿no sería más correcto decir Código de Da Vinci) no sabe que las putas no se acuestan con las gentes a quienes aman y por quienes son amados.



Julio Iglesias



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